La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

miércoles, 9 de septiembre de 2015

El critiqueo, por JOSÉ LUIS RAYA PÉREZ.



Los orígenes del cotilleo – chismorreo, comadreo, charlo, alcahueteo, critiqueo, enredo…- se remonta a las tribus primitivas, parece ser que resultaba beneficioso para conocer los puntos débiles de las tribus opuestas o enemigas, o también para emparentarse con la mejor hembra o para construir o destruir clanes. En La aulularia de Plauto recuerdo perfectamente cómo un personaje llamaba a otro “circumpectatrix”, para tildarla de fisgona o chismosa – se trataba de un personaje femenino- Muchos sociólogos consideran que se trata de un aspecto saludable para el fomento de las relaciones humanas y sociales. En muchas ocasiones sirve como inicio de una conversación que no arranca, en la que los interlocutores no saben qué decirse o no saben interactuar por falta de empatía o porque la situación es tensa, por lo que ayuda a distenderla. Para entender bien La Celestina no debemos obviar el pasaje en que Elicia y Areúsa manifiestan su rencor hacia Melibea con absoluta crueldad y vehemencia. Se aprecia con claridad que es la envidia y la frustración lo que las mueve a proferir esas valoraciones. No es el ambiente distendido y empático el que fluye entre ellas. No son éstas las circunstancias ingenuas que pretenden colegir todos estos sociólogos edulcorados con almíbar y sirope de frambuesa, puesto que es la génesis de la tragedia que conduce la magistral obra editada por primera vez en 1499: el crimen. Incluso fue el origen del destierro en El Cid: el vil chisme producido por la insana envidia. Esto sucede también con el pobre Alonso Quijano, El Ingenioso Hidalgo de La Mancha, que es víctima continuamente de los vituperios y maledicencias de sus coetáneos, que lo ridiculizan y lo sacuden sin piedad a lo largo de la obra de Cervantes. Recordemos con qué mordaz y premeditada insidia se producen las burlas urdidas en el palacio ducal de la segunda parte con la supuesta condesa Trifaldi. Recapitulemos cómo acaba en tragedia Otelo, inducida por el chisme urdido magistralmente por Yago, que, como un gusano voraz, irá destrozando la mente de Otelo hasta que dé muerte a su amada Desdémona. El chismorreo, las intrigas palaciegas y la venganza también vertebran el argumento de “Las amistades peligrosas” de P. Chordelos, a través de epístolas plagadas de comidillas y fruiciones, que da lugar a otra magistral tragedia amorosa. A la mente se me viene la espléndida obra de William Wyler, La calumnia. O la reciente y no menos magnífica La caza de Thomas Vinterberg.
Nuestra tierra concretamente produce estos permanentes estados de critiqueo, quizá favorecidos por el clima halagüeño del sur, todos sabemos cómo las señoras cogían sus sillas de anea y se sentaban en las puertas de sus casas para platicar con las vecinas, al fresco de las noches de verano – cuando entonces hacía fresco- y no precisamente debatían sobre Hegel o los encajes de bolillo, mientras los hombres se contaban sus chismes en las tabernas, entre chato de vino y partidita de cartas. Quizá se trate de nuestros orígenes picarescos en los que la mentira y el comadreo se fundamenten para que las historias avancen. El Lazarillo se sustenta sobre un chisme, no lo olvidemos. La gente decía que a su joven esposa se la beneficiaba el Arcipreste. Seguramente sea una de las pocas obras literarias clásicas en las que las habladurías no concluyan en desastre. También hay que recordar la tópica imagen de “la portera”, la cual conocía, quizá parcialmente, todos los tejemanejes de los vecinos y vecinas.
Lo curioso del critiqueo es que casi nadie lo hace de manera positiva, con admiración y respeto, sino que el chismorreo malsano y dañino se fundamente en la envidia porque al amigo o vecino le va bien en sus negocios, porque sin duda es muy feliz en su relación, porque sus hijos o hijas han sacado muy buenas notas o porque disfruta de una casa formidable. Los chismosos-as se mueven exclusivamente por el rencor, la falta de autoestima, la frustración, el fracaso y la inseguridad. En el grupo en cuestión suele haber un líder que inicia el despotrique  de forma fina, casi discreta, sin que se note, a continuación sus acólitos comienzan a rajar y a diseccionar. A menudo hacen leña del árbol caído o empiezan a derrumbar al que está en la cima. Tratan de impedir que prospere, y, en cuanto pueden, destripan y se reparten la carnaza. Suelen ser seres falsos y ruines, muestran su cara más amable para sonsacar y luego malmeter, para enfrentar y dividir, ya que ellos-as disfrutan de su  propio daño causado por sus inquinos comentarios, siempre a espaldas de los aludidos, cuando estos están ausentes y no se pueden defender de esas malvadas y falsas acusaciones, basadas en el despropósito de unos falsos y cobardes amigos-as, que ni viven ni dejan vivir, cuya principal intención es hacer el mal, debido sencillamente a la infelicidad, al aburrimiento y a la frustración que sustentan sus anodinas y mediocres vidas. Si no critican se aburren hasta el hartazgo. No olvidemos que los que hablan mal de los demás contigo, hablan mal de ti con los demás, es como un hobby. Deberían de aprender, en primer lugar, que el amigo de verdad te reprende en privado y te alaba en público, tal y como han hecho siempre nuestros padres, que son los que más nos quieren. Sin embargo, sin estos abyectos personajes no hubieran existido tantas obras maestras del cine y de la literatura.

3 comentarios:

  1. Voy a poner un poco de música a tus letras: https://youtu.be/zEfdLnc_kgU

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  2. Me quedo con la frase final, sobre reprender en privado y alabar en público. Un excelente artículo que ayuda a morderse la lengua de vez en cuando. Gracias Pepe.

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  3. Me alegro que te haya gustado, Jorge. Un abrazo

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