La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

lunes, 14 de septiembre de 2015

Doce aromas de tren, por GLORIA ACOSTA

   


Pulso el timbre y del otro lado me llega el lejano ladrido de un perro. Espero inquieta, con una extraña mezcla de sentimientos, mientras aprieto contra mi pecho la carpeta con sus escritos.
   Doce meses en los que nuestra revista publicó en primera página sus fascinantes relatos. Bajo el título  "Doce aromas de tren", fueron llegando a la redacción, mes a mes, con puntualidad de reloj suizo.
  Ni un nombre, ni una fotografía, sólo un correo electrónico con un breve encabezado y un archivo adjunto; distante al principio, amable siempre, afectuoso y cercano con el paso del tiempo.
   Recibirlos se convirtió en el momento más esperado porque en cada trayecto recorrido y exquisitamente narrado, me situaba en el asiento de al lado, viendo, oliendo, saboreando a través de sus sentidos plasmados en papel.
  Tras la puerta, a la espera de la ansiada entrevista, mi memoria me regala un fragmento de su último relato.
"Discurre cantarín el tren, entre  dulces y afrutadas fragancias de veredas perdidas en el azul. Me sonríe el alcornoque, que me entrega generoso la piel de su alma. Sombras lejanas de dispersos caseríos donde se acunan esperanzas tras la lumbre, esas que traviesas, suben al cielo escapando por las negras chimeneas. Digo adiós a la recia encina, cuando extiende su sábana verde y negra bajo mis pies. Por ella discurre el tren que me lleva,  que me trae…de ida y vuelta  a ti".
 Meses de excusas y negativas que fueron cediendo  resistencia a medida que los encabezados de nuestros correos se alargaban, mezclando retazos de su inquieta vida con mis rutinarios días, abonando así el terreno de una curiosa amistad.

 La llave desde el interior gira dos veces. La puerta se abre y le veo sonreír. Intuyo sus ojos tras las oscuras gafas negras. Él huele mi asombro, mientras acaricia a su perro lazarillo.

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