Dicen que no salió de
tren,
sus ojos transparentes
de sapo
aún transmutan
iridiscentes al final del túnel.
La última mujer que
salió del vagón
se retuerce en la
entraña de un pez
que se ahoga en su
propia mortaja.
No hay ventanas que
digan
si el alba ya cerró su
boca violeta.
Las vías son cómplices
de finales,
los transeúntes son
bichos
que miran cajitas con
botoncitos.
El sol no llega a esta
médula
donde las paradas
calculan distancias.
Un hombre casi muerto
aprieta su estómago,
y una adolescente con
atuendo de vedette
dice que vende su
cuerpo.
El acordeón de la
vieja rumana
rompe ese sonido de
lamento
que tiene gastadas las
galerías del alma.
Y hasta la música
muere por dentro
de escuchar el dolor
mudo, verso a verso.
Me palpo, miro mis
manos, ausculto mi pecho…
morí ayer…ahora
recuerdo…
fui la última mujer
que salió del vagón,
rumbo a un lugar
incierto.
buenisimo!!!
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