Cada vez que viajo en tren regreso a la primera vez.
Subir a la estación era una fiesta,
la impaciencia de la infancia,
con la ropa del domingo,
recorriendo los andenes de olor agrio y pesado.
Algunas veces mis abuelos asomaban en el tren desde muy lejos,
algunas veces compartían sus vidas y era maravilloso
algunas veces pasaban temporadas, que se hacían cortas,
sentía esos lazos ancestrales que unen las familias,
el olor de mis abuelos, sus besos, sus manos, sus caricias,
y tras un tiempo no muy largo se marchaban,
en el tren,
lejos,
muy lejos,
o eso me parecía.
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