La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

lunes, 14 de septiembre de 2015

El tren de la bruja, por CUSTODIO TEJADA.


                        




                          A Alejandro Custodio


            I

     Dentro de un túnel lleno de suspense, está el tren de la vida, que dicen que si pasa y no te subes pronto, ya no vuelve a pasar jamás por delante de ti. Eso lo descubres mucho tiempo después de que te dejara apeado en la primera estación del desengaño. Luego, vienen otros trenes, quizá más románticos y hasta de lujo. El tren del Cantábrico, el Oriente Espress, el Transiberiano o el mismísimo Renfe AVE. Ninguno puede compararse con él, con el más grande. Ni siquiera el viejo tren de madera, aquél que nos acompañó tantas noches por las vías de nuestra infancia, consigue las mismas emociones ni retener los mismos timbres y recuerdos. Porque ninguno tiene tanto sabor como el Tren de la Bruja; es el tren más genuino, el único que sigue dando vueltas en nuestra memoria después de tantos años. Gira y gira, como un “mantram gira el Tren de la Bruja alrededor del gesto, inocente e intrigado, de un niño que mira de reojo el brazo fuerte de su padre. Para ese niño, el auténtico viaje, el tren más auténtico es el Tren de la Bruja; que es como decir, el tren de los sueños. No hay raíles más infinitos y que más lejos lleven que, las sonrisas de tu hijo, estirándose a carcajada limpia por un brazo que intenta quitarle la escoba a la bruja. Entonces, el tiempo se detiene en sus ojos agradecidos por haber conseguido la gran hazaña, el gran milagro de la escoba hecha carne y su halo de inocencia resumida en un deseo cumplido. Objeto talismán en el que se convierte la escoba que todo lo transmuta, como si fuera la verdadera piedra filosofal. Una vez que la coges y se la entregas, ipso facto, te conviertes en su héroe favorito. Nadie puede hacerte sombra a su lado. Eres el no va más para tu hijo y eso te conmueve. Tu hijo te mira con asombro y orgullo, y te agradece el esfuerzo con un beso. Todavía no entiende mucho de fracasos, es demasiado pequeño y lo único que importa es la escoba y el Tren de la Bruja. Todo lo demás puede esperar, al menos, por ahora.

            II

Una nube de humo blanco
con olor a fresa nos envuelve
y nos ciega, nos aturde
los sentidos y hasta la razón misma
nos perturba. Globos de colores
en ofrenda, como largos gusanos de seda
embriagan nuestra voz con su helio.
Mucha música y mucha fiesta
y la sonrisa de tu hijo
que vuela que salta que estalla
como una cometa en tus hombros
o una semilla que crece
en la verde pradera de tu alma.
Una vuelta y otra, y otra más
hasta rozar el éxtasis del derviche
en su círculo y en su danza.
Y agarrada a la mano inocente,
el trance de la escoba encuentra
su apogeo, cuando se le arrebata a la bruja
y luce victoriosa en el brazo del padre
que la ofrece, cual Excálibur, a su hijo.


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