La Oruga Azul.
lunes, 14 de septiembre de 2015
Vía muerta, por GABRIEL MERINO.
Lo importante no es saber dónde se cruzan.
Ni saber si la velocidad entre A y B y viceversa
es uniforme y constante o uniformemente acelerada.
Es más mucho más relevante saber
por qué la gente de A quiere ir a B y la de B hasta A.
U observar los paisajes, las paradas, los cambios de agujas,
incluso los largos andenes desiertos y las esperas.
O esos relojes de estación cuyos segunderos corren siempre
tan despacio.
Esos altavoces que aún llaman a pasajeros rezagados.
Esas vías estrechas que desafían a la alta velocidad
y a las prisas.
Asomarse a la ventanilla y fijar la mirada en ese cable eléctrico
que te acompaña en el viaje y que sube y baja
saltando a la comba en los postes.
Y en los pasos a nivel.
Y en esos niños que saludan a tu paso, aunque no te vean.
Carbonillas.
Esos compañeros de viaje que se abstraen en mirar
a otro sitio –tú querrías que te miraran- que no sea a tus ojos
frente a esos otros que, sin embargo, te persiguen
-en los trenes en marcha, en contra de lo que dice el cine
no hay sitio para escapar-
para contarte algo que jamás te importó.
Horarios cono biblias.
Viajes que son sólo trayectos.
Destinos.
Sueños.
Caminos.Que, al final, hay demasiadas vías muertas.
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