El guardián de las palabras siempre había estado
allí, afortunadamente para los habitantes de aquel pequeño planeta.
Ya nadie recordaba si tenía amigos, familia ,
parientes. Ni tan siquiera cuando o como apareció en aquella tierra. Sólo los
más viejos contaban que el mismo día de su llegada aquel hombre extraño se
quedó a vivir en una pequeña cueva de un valle cercano. Curiosamente, casi desde el mismo instante en
que la habitó, aquella "casa improvisada” , comenzó a crecer como si tuviera vida
propia. Por fuera, se hacía cada vez más
grande y por dentro sus paredes se fueron cubriendo de estanterías, más y más
altas..
Así mismo, sin ninguna explicación posible, aquellas
estanterías fueron llenándose de cajas parlantes repletas de todas las palabras
recogidas del lenguaje de aquel pequeño planeta y algunas más cuyo significado
les era totalmente desconocido a los habitantes de aquella tierra.
Ese hombre alto, desgarbado y de aspecto distraído,
poseía otras cualidades curiosas., Todos los días, a las once de la mañana,
salía a pasear. Siempre…no importaba la lluvia, la nieve o el sol agobiante de
agosto. Durante sus paseos, recogía
todos los silencios que encontraba en su camino. Silencios de cualquier tamaño
y de cualquier color. Ya en su cueva, los estiraba, los lavaba,….los dejaba
como nuevos y los iba almacenando de tal forma que aquel lugar se fue
convirtiendo en el más silencioso
de todos los lugares. Ciertamente, las palabras sólo pueden ser
entendidas entre silencios y aquel hombre los sabía. Sin duda, el guardián de
las palabras era un gran sabio.
Como la puerta de aquella cueva siempre estaba
abierta, los habitantes del pequeño mundo, llevados por una curiosidad que
comenzaba a ser irresistible, se reunieron para echar un vistazo . Y
entonces…entendieron Aquel hombre, tan
extraño para ellos, era un reparador de almas. Las personas que poseían almas
oxidadas, rotas o enfermas de malos sentimientos encontraban paz y serenidad en
aquel lugar y en aquellas palabras que parecían pronunciarse solo para ellos.
El guardián de las palabras había cumplido su
misión. Ya no tenía sentido permanecer en aquella tierra…y así marchó como había
llegado sin avisar , sin despedirse. Pero su cueva, aún hoy, permanece en el
pequeño planeta…dando vida a todas las almas marchitas dispuestas a escuchar en
el más absoluto silencio
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