Entorné los ojos
bajo el azul de un
cíclope.
Ese azul que va rumiando
por las paredes de un verso.
Antepone los verbos,
juegan libremente
entre los labios.
Apenas la sombra aletea
como un primate intentando
que el rail se torne curva,
la curva que todos
soñamos para enderezar nuestros pecados.
Entorné esta mañana los huesos.
Dolían más que la primera vez,
se acercaban a lo que podría ver y sentir
en todas las líneas marcadas de mi mano.
Entorné lánguidamente el triste deseo,
terminó posado en un manto
diluido en múltiples ramas.
Con ellas,
consiguieron matarme.