Nocturnos es el título del último libro de la escritora Josefina Martos
Peregrín; una cuidada edición de trece relatos publicados por la Editorial
Nazarí, escritos con una agilidad narrativa magistral. La autora ya nos mostraba su talento en sus dos obras
anteriores Myriastérides y otros relatos y La cumbre del silencio.
En esta ocasión, sus relatos nos sumergen en una atmósfera
inquietante, construida de personajes y escenarios singulares, inspirados sin
embargo por grandes dosis de realidad. Josefina, observadora voraz,
coleccionista impenitente de recuerdos, va tejiendo estas historias con el hilo
conmovedor de la emoción. No hay un solo
párrafo en esta obra que no haya conseguido despertar en mí un sentimiento de
añoranza, sorpresa, ternura, indignación, admiración, tristeza…, no hay un solo
párrafo que haya podido dejarme indiferente.
En Nocturnos encontrareis de todo: el miedo sobrecogedor y
obsesivo de una insomne trastornada por el llanto de un niño… “Yo
soy la que escucha en la noche. Escuchando, escuchando sin alivio ni fin, se
inició mi naufragio, mi rastreo estéril de una voz, de un llanto; mi enlace a
un mascarón de proa tenebroso y vivo”, la infancia florecida, cuya inocencia asomada a la ventana, es
amputada de golpe por el serrucho de la tosquedad de los adultos… “Cuando
vi aquel brote florido sobre la coqueta, acomodado en una jarra de cristal y
reflejándose en un espejo, me contenté: cortado no era menos bello. / La
primavera capturada para siempre, eso creí, que aquellas flores durarían
siempre.” O la muerte agazapada en una colcha donde
duermen una camada de gatos recién paridos: “Acudieron en su ayuda, a
despojarla de la muerte que aquella noche se había empeñado a dormir con ella.
Inesperada, insistente… y tan trivial.”, también el cine como analgésico de un ambiente de posguerra, va
forjando la amistad entre una puta y un sereno… “Ninguno lo cree, ni su parecido con Gilda ni su futuro en el cine,
pero a la música de sus palabras el nilón se transforma en seda y su cabello
mal teñido, en la mágica cascada de Rita Hayworth.”, la guerra y sus
miserias, sus vilezas que atropellan vidas y destruyen futuros, como el de Malaika,
la niña Iraquí… “Plena noche quebrada, estrellas despavoridas, súbito trueno de
cristales rotos, motores crueles, gritos imprecisos, arrastrados, un hilillo de
sangre que ahora las primeras palabras, la voz estremecida del hermano mayor…”.
El cuento tradicional de Perrault
resucitado de nuevo, una versión de Caperucita
roja que se aproxima más a la original que las innumerables adaptaciones
posteriores: “La miraba y sentía deseos de abrirle la ropa en canal y palparla
entera, pero se conformó con sentarla en sus rodillas y sobarle disimuladamente
los muslos. Azorado por su excitación, evitó verla de nuevo”. Así mismo
se adentra en el mundo del llamado síndrome de Diógenes, o de la soledad, o de
una historia de carencias acumuladas…” Comprar
sin necesidad, incluso, incluso de modo compulsivo, resulta enfermizo, pero
tolerado y muy frecuente; en cambio almacenar lo rebuscado por las calles se
juzga locura humillante.”. El
prodigio toma forma en el relato titulado De
madera, donde se cuenta los avatares de una virgen tallada que perdida en
una cueva, olvidada de la humanidad, es
visitada por el duende: “Se acostumbró agradecida al duende y a su
charla inconexa, como se acostumbró a toda clase de visitas y compañías” o las memorias de un morisco que tras el
destierro, se refugia en una cueva, antiguo silo… “- Eso mismo, como yo, que me transformé en cordero, cordero de Cristo.
En mala hora, pues mi juventud entera la cubrí con caparazón y máscara ante los
míos.” Para terminar con una Danza de
escorpiones, una pareja condenada a encontrarse cada verano unidos por un
juego sexual sadomasoquista: “Imaginando aguijones viajeros, peligrosas
travesías a lo largo del cuerpo sometido, comienzan a enredarse en caricias, en
oscuras incursiones, lentas condenas sembradas de asfixia y gritos.”
Todo un
mundo, contenido en trece relatos impecablemente escritos, pequeños mundos
albergados en este libro que he terminado de leer con deleite y admiración por
la autora. Estoy segura, que aún en una segunda lectura, no dejaría de
sorprenderme. Enhorabuena Josefina.
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