Allí
a lo lejos,
en
lo que parece un cúmulo de hojarasca,
se
alza el islote de los muertos.
Sus
piernas enraizadas en la tierra,
ya
no emprenden caminos,
ni
defienden ninguna batalla.
Los
abrazó la tierra en su cálido regazo,
y
una brisa joven arrastró la quimera de sus ojos.
Pero
la memoria nunca olvida,
y
como una lluvia primaveral,
nos
devuelve los humores de su desdicha.
Mientras
tanto,
un
poeta nefelibata agrimensor de esperanzas,
escribe
sus nombres en el barro.
Te felicito por esta poesía y por la revista de esta quincena
ResponderEliminarGracias Leandro, te esperamos en el próximo número.
ResponderEliminarLa verdad, es muy hermoso. Y, aprovecho para felicitar a los colaboradores.
ResponderEliminarEnhorabuena Carmen, por tu sensibilidad y por tu trabajo.
ResponderEliminarGracias a vosotros que haceis posible esta revista.
ResponderEliminar