Bajo el título de la novela
“El coronel no tiene quien le escriba”
(Pero tú tienes quien te quiera).
Eso escribiste en la página ciento setenta,
cuando me obsequiaste, mágico día,
la joya resplandeciente de metal resonante,
timbre y voz de universal literatura.
No precisé el brillante,
ni el oro amarillo, o blanco,
“Yo no vengo a decir un discurso”
de tu falso, aparente, y simulado amor.
Todas las muertes son tristes,
la tuya sólo fue un adiós,
“La mala hora” un cruel presagio,
encumbrada mi pena sin salvación.
Sembrada “La
hojarasca” en tus sienes
que en los años venideros
yo encontraría el brillo y la luz
de unos labios sinceros,
llanos, sencillos, sonrientes.
Pero más vale haber amado y perdido
que nunca haber sostenido
de tus manos yermas el tesoro
que “Cien años de
soledad” perdonarían.
Después desapareciste,
cruzaste el Atlántico océano
para olvidarme junto al mar,
o revivir el viejo mundo.
“Relato de un naufrago” moribundo
ebrio de mi llanto,
con el estigma en la piel del recuerdo
fue la “Crónica de
una muerte anunciada”.
Los mares no entienden de amor,
las penas no se curan huyendo.
Deshojaste todas las flores
matando el “Otoño
del patriarca”,
hasta que llegó el invierno.
El frío con su manto gris
convirtió tus “Ojos
de perro azul”
en burbujas sin corazón,
“Dejando el rastro de tu sangre en la nieve”,
las copias de unos días olvidados,
sueños con espíritu de cristal de Murano.
“El general en su laberinto” quiso
que fueses momia
en el libro del pasado,
o “El amor en los
tiempos de cólera”
la traza, el poso y el desvarío
“Que bendita la manía de contar”.
Te marchaste amor olvido
pero me dejaste al
eterno Gabo,
Macondo existe, lo llevo de la mano,
“Vivir para contarla” amor,
soñar para vivirla.
Un recorrido por la obra de García Marquez para rendir homenaje a un gigante de la literatura, los versos vuelan en abanico de simbólicos significados con dominio. Me ha encantado leerte Inmaculada.
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