La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

sábado, 14 de agosto de 2021

RAIGAMBRE, por Ramón Lluís González Reverter

 



AYER

Yo tenía solo doce años cuando mis padres emigraron a Suiza a trabajar para luego empezar una nueva vida. De modo que con mi hermano pequeño, dos años más joven, permanecimos bajo la tutela de los abuelos maternos mientras estudiábamos en un internado. Algunos fines de semana y las vacaciones escolares, las pasábamos en la finca de los abuelos, quienes nos criaron como unos segundos padres. Eran agricultores. El huerto era un pedazo de tierra que rezumaba calor y vida por los cuatro costados. A principios de los setenta, yo era un chiquillo espigado que durante los meses de verano, solía ir vestido con camiseta, taparrabos y unas alpargatas. Un zagal esbelto y vivaracho, ávido de aventuras, que se veía capaz de afrontar cualquier reto. Allí la rutina académica se desvanecía como por ensalmo, puesto que podía explorar, correr, cazar, imaginar, soñar... bajo la custodia de los abuelos, personas sencillas, pero de un corazón tan grande como nunca he conocido a nadie.

De hecho a mí me gustaba quedarme con ellos, dado que en el huerto gozaba de libertad absoluta: me subía a los cerezos o nísperos hasta hartarme de fruta madura, abría el corral de las gallinas para que salieran a picotear los caracoles que corrían por doquier, me bañaba en la balsa tratando de cazar ranas y renacuajos, mordisqueaba con avidez alguna mazorca de maíz asada o untaba pan en el chocolate a la taza que la abuela preparaba todos los domingos. Cuando era pequeño, ella solía decirque estaba hecho un diablillo, al contrario de mi hermano, que era un buen chaval. Pese a ser algo travieso, nunca di motivos suficientes para recibir una zurra, aunque a veces mis barrabasadas sacaban de quicio a la pobre abuela, quien sin mucha convicción me perseguía con lo que tuviera más a mano como una escoba y, en cierta ocasión, incluso con un chorizo.

La granja poseía una masía, un vetusto caserón de dos plantas. Abajo estaba el cuarto de los abuelos, el nuestro y el comedor. Arriba la buhardilla y la azotea del parral que servía de conejera. Adosado tenía el establo del mulo con el pajar encima y un garaje donde guardábamos los aperos del campo, las bicicletas y la mobilette del abuelo. Algo más apartado estaba el cobertizo, que servía de abrigo al carro, un corral de cerdos y el gallinero. Cabe decir que lamasía carecía de baño olavabo, sino que por las mañanas nos aseábamos en un barreño y las otras necesidades teníamos que hacerlas en una letrina al aire libre y de uso comunitario excavada junto a un olivo cercano.

La finca constaba de un par de hectáreas divididas en cinco parcelas. Tres dedicadas al cultivo de huerta, la cuarta plantada de naranjos y la última de árboles de secano, conun par de docenas de almendros, algarrobos y olivos. Apenas existía un palmo del terreno desaprovechado. Todo estaba calculado con exacta perfección por aquella pareja de avezados campesinos. ¡Ay, los abuelos! ¿Qué decir de ellos? Eran una pareja hecha de otra pasta. Nunca se cansaban y nunca discutían. Trabajaban de sol a sol, es decir, del amanecer hasta el ocaso. El abuelo era un campesino rudo y bragado. Con él poca broma, pues era un hombre parco en palabras y muy trabajador. Vivía ligado al huerto, excepto los domingos por la tarde. Entonces se acicalaba y salía con su mobilette a tomar una copa en una taberna de la costa mientras charlaba con los colegas de los alrededores. Un protocolo que seguía con regularidad. Eran distintos, pero estaban hechos el uno para el otro. Como almas gemelas bien avenidas o las dos caras de una misma moneda. Pocos años después, mi hermano y yo abandonamos el campo por cuestiones laborales. Nuestros oficios nos alejaron definitivamente de allí.

 

HOY

A medida que me hacía mayor, trabajé duro para entrar en la universidad y cursar magisterio. Quería dedicarme a la docencia. Una tarea nada fácil porque hay que enseñar a una panda de críos con más o menos ganas de aprender. Lidiar con alumnos resulta una labor ardua y harto complicada. Al acabar cada curso académico estaba agotado. Hoy estoy jubilado tras dedicar media vida a la enseñanza. Es cierto que poseo las características manchas de la vejez en las manos y lapsus de memoria. Pero también dispongo de todo el tiempo del mundo, por eso en ocasiones me gusta acudir al huerto, porque me siento transportado al pasado. Hoy los hierbajos han invadido el camino de tierra, haciendo desaparecer todo rastro de paso. Observo con pesar la triste imagen que ofrece. A continuación, deambulo por allí maquinalmente dejando que mi mente vague entre los recuerdos de antaño.

Al comprobar el estado ruinoso de la masía, se me cae el alma a los pies. La pintura blanca está descascarillada y repleta de grietas. Los ladrillos de arcilla de las paredes se desmenuzan paulatinamente. Los pilares erosionados del parral resisten milagrosamente. No aguantarán mucho más. No me atrevo a entrar porque la vivienda sufre los estragos del tiempo. No hay luz. Hace tiempo que la hicimos desconectar de la red. De hecho, al huerto nunca llegó el progreso. Tampoco lo necesitaban. Quizás un día no muy lejano, la casase desmorone como un castillo de naipes y se desvanecerá el último recuerdo de la familia.

Mi corazón está repleto de tragedias. La muerte de los abuelos, de los padres... Percibo la humedad de las lágrimas que empañan mis mejillas, sin embargo, las lágrimas no detienen el paso del tiempo. ¿Qué le vamos a hacer? Este huerto me ha visto crecer y yo lo contemplo boquiabierto, como si quisiera despertar viejos fantasmas para escuchar emocionado las voces ancestrales que pudieran trascender. Desgraciadamente no tengo el don de invocar a los difuntos. Ojalá pudiera reavivar la presencia de esos seres queridos, aunque solo fueran unos minutos. Les daría un fuerte abrazo y les cubriría de besos. Vanas ilusiones... Pero la primavera siempre es bienvenida.

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