Surgió de la nada, invisible a la retina pasaban los días a la velocidad del jaguar, supremo ser que giraba las agujas de un reloj imaginario con la efectividad de las mareas y el extraordinario giro de galaxias. ¿En qué momento poseer cuanto abarcaba la mirada, que la naturaleza proveyera dé sustento sin decaer sería viable?
Diamante solía abstraerse en deambular errante por desfiladeros montañosos, mas no valía la pena soterrar el propósito de la existencia pensando que otra vuelta de tuerca repararía el desatino, disyuntiva que obligaba a cuestionar si esta lucha daría frutos; si reflexiones y respuestas que no encajaban en su obstinada conducta, se sostendrián; y si la contumaz memoria saldría al paso por dominios inconexos embistiendo sin piedad por abrir un camino veraz.
Demoraba el atardecer, contorno de un horizonte lento, húmedo e incierto en aparente oquedad que concedía resguardo ante una noche sin luna. Pues cuán oscura es la mente cuando lo único que vislumbra es la negrura asida de miedos que no deja ver la luz.
Apenas se escuchaba el sinuoso aleteo de los murciélagos, ni la sutil oscilación de hojas perdiéndose en los contornos de la cueva; la oquedad acogía sin reparos cualquier forma de vida, quedando encumbrada bajo un cielo protector de piedra perfilando su mirada al abrupto exterior de apabullante sopor nocturno, que volvía en forma de pasado, de plácido sueño, donde Morfeo susurro a Diamante, [Consciencia de la naturaleza] de los frutos que emanarían antes que el hambre mostrará su atroz semblante.
Él sabía, que a pesar de los bruscos cambios y de cómo litigaban sus extremos de frío polar y extremo calor, seguiría marchando hacia el sur anhelado, tierra pertrechada de supervivientes, con noticias que hablaban de la devastación, de cómo la red quedó inservible; que emitir mensajes a largas distancias al igual que traspasar fronteras sería una quimera, aun así no olvidó la ancestral táctica de ligar y fomentar mensajes fiables que ampliarían el amanecer de los días venideros desarticulando bulos que inundaban un planeta extraviado, aseverando el instinto, consolidando el tesón dando cabida al germen alojado en los anales de la conducta humana.
Presentía esa sensación maravillosa cada vez que afloraba del camino una diminuta flor, o vigorosos brotes verdes que la luz alzaba sobre el contorno de los árboles con nieve, que una vez licuada despejarían su hastío.
Vislumbró que empezaba a ser real, que otra forma de vivir sería posible, que el cansancio no le rendiría ante la ingrata oscilación, aferrándose a la continuidad de pensamiento que durante años los arbustos en liberación de aromas por descarte y arraigo le harían volver al lugar de origen a subir empinadas laderas a contemplar aquella verde planicie salpicada de rojos en agitados girasoles al sol.
La andadura fue larga, supuso sacrificios inimaginables, aun así, extenuado y a pies rastras, se abrió paso ante la arisca elevación, avistando un azul casi olvidado, que obligó a cubrir el rostro de harapos, pues los magníficos vientos de marzo que abrigaban aquel cerro también quemaban su frágil piel. Y aquella mar tornó la retina que extendió certera en la vastedad del espacio, de vidas de besos inmediatos quedando lastrados en flujo hacia la tierra tantas veces compañera silenciosa del camino
Un relato bien redactado, aunque al principio no se entiende muy bien de que habla, pero el resultado es un bueno, a mi entender buen léxico, y buena lectura .
ResponderEliminarGracias Cristina por haberme leído un saludo.
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