La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

sábado, 14 de agosto de 2021

EL CALENDARIO DE LAS AVES, por Paula Martín Serrano.

 


  El calendario de las aves, por Paula Martín Serrano La mañana era fría y nieblas meonas escondían el sol: a esa hora ya era difícil saber si había amanecido niebleando o si un sol radiante había arrastrado la humedad del río hacia la sierra, pero no parecía el momento de seguir podando los árboles. El imponente caqui se alzaba siniestro con sus ramas desgarbadas, desnudo de hojas pero cargado de frutos anaranjados. En las ramas más altas, un petirrojo picoteaba un fruto tras otro, buscando las piezas más dulces. No tardó en darse cuenta de mi presencia, pero le duró poco el miedo y menos la vergüenza. Mirándolo probar tantos caquis, pensé si los petirrojos eran tan “pechi-rojos” o sólo enseñaban con orgullo los churretes que dejaban en su pecho su oficio de sibaritas. ... 

 Me senté a descansar junto al poyete de la casilla, desde donde se veía la floración blanca y rosada de los frutales. Oía un tintineo fugaz pero continuo de hojas y a veces un sonido entre aleteo y zumbido, pero no lograba localizar su origen. Entonces lo vi: un chochín parecía querer acercarse pero no, así que deduje que debía retirarme un poco. El chochín se lanzó a las cuerdas que guían el jazmín y la celestina por el sombrajo. Lo había tenido a un metro de mi cara y no me había percatado: un diminuto nido, apenas un puñado de hierbas secas disimulado entre las cuerdas de cáñamo. Y no uno, sino una pareja de chochines no paraba de traer alternativamente insectos al nido. Era el 15 de abril, mi cumpleaños, y por la tarde mi familia vendría a celebrarlo conmigo, pues saben que la huerta es el mejor sitio para encontrarme cuando voy al pueblo. Con sumo cuidado y paciencia fui sacando la mesa y las sillas al antiguo toril, que hoy haría de patio trasero. Cuando llegaron todos, los conduje deprisa al idílico picnic que había improvisado, alegando que estaríamos más holgados. Unos cafés y dulces más tarde, cuando todos salían de la parcela, les dije el verdadero motivo de no haberlos colocado junto a la casilla. Mis sobrinos más pequeños querían ver el nido, pero entendieron cuando les expliqué el riesgo de abandono. Desde el móvil les busqué fotos de chochines para compensarlos y alimentar su curiosidad, así como de otras especies que hay en la huerta y, a modo de gynkana, les invité a contar cuántas aves diferentes veían en el paseo de vuelta a su casa.

 Días después comprobé que la pareja de chochines seguía alimentando el nido y poco a poco se acostumbraron a mi eventual presencia. Aunque desde luego, la primavera siguiente, me consta que eligieron una ubicación más discreta. ... 

 Segar las ortigas y preparar purín quizás no sea el mejor plan para celebrar el día del trabajo, salvo cuando la huerta familiar queda a varias horas en coche de mi actual residencia. Y así andada, de celebración. Primero fue un revoloteo intermitente -siempre es así- y luego la sensación de ser observada, que dio paso a un piar casi metálico y algo amenazante. Pero con los pájaros funciona muy bien eso de tú a lo tuyo y yo a lo mío, así que mi impostada indiferencia (me moría por ponerle cara a mi pequeño vecino) surtió efecto y al rato un herrerillo me observaba a muy poca distancia. Cuando me descartó como peligro, no tuvo reparos en seguir sumergiéndose en el tronco del olivo donde supongo tendría su nido. 

... Ya el año pasado los jóvenes cerezos nos dieron un anticipo, y este año una buena floración y montones de bolitas verdes eran una promesa de buena ventura. Pero las mirlas, incluso más ansiosas que nosotras, dieron buena cuenta de las cerezas antes de que terminasen de madurar. Hay como un derecho consuetudinario por el que las mirlas se convierten en las legítimas usufructuarias del emparrado de la casilla -no así el de la entrada, que comparten con nosotras- y supongo que ahora también de los cerezos. A cambio, no tocan ni una sola de las peritas de San Juan ni de las manzanitas de la alberca y nos ceden la mayor parte de las ciruelas cagaeras y de las largas. Supongo que otras personas sembrarían “costillas”, yo estoy pensando en sembrar arreganeras (=arrayán), más madroños y otros frutos que les tienten más que los míos. 

... Ya estaba terminando de desbrozar, el último pase del año para evitar el riesgo de incendio. A esa hora de la tarde empieza a correr una brisa que se me mete por el arnés y me sopla la nuca, un repeluco delicioso como pago a la jornada de trabajo. Ésa también es la hora de los rabilargos. Primero uno, la avanzadilla. Después un grupito, la vanguardia. Y de repente, una nube azulada cubre la higuera y me recuerda que es tiempo de brevas. La higuera crece a sus anchas sin ningún obstáculo cerca y, a cambio, paga generosamente una renta en brevas e higos: un diezmo para los rabilargos, una parte para impregnar el suelo de una fragancia pegajosa y dulzona, otra parte para la familia y las vecinas y, lo que queda, para que de vez en cuando me visite un pájaro de oro (*). 

 * oropéndola... Otoño, una buena época para reponer si se ha perdido algún arbolillo y para seguir plantando aromáticas y otras especies mediterráneas (nunca son suficientes, siempre hay una linde, un terraplén, reclamando llenarse de aroma y abejorros). El suelo amarillento del largo verano se tiñe en tonos parduzcos de las hojas que pierden los frutales; el horizonte también se salpica de marrón por las inmensas hélices de buitres leonados que salen a limpiar los muladares y por la silueta de los alcornoques que fueron descorchados unos meses antes. 


NOTA: mi huerta se sitúa en el extremo sureste de Badajoz y tengo muchas más aves (jilgueros, currucas, abubillas, grajillas, golondrinas...), pero

No hay comentarios:

Publicar un comentario