¿De qué animales estamos hablando?
¿De los que convierten a una mascota
en un fiel lacayo de su soledad?
¿De qué animales huimos?
¿De la fiera que nos habita
o del apetito salvaje que vuela
en los ojos de la hiena?
¿De qué animales nos avergonzamos?
¿De los que aplauden un espectáculo
sangriento o de los que anteponen la salud
de una hormiga al bienestar del hombre?
¿De qué animales nos rodeamos?
¿De los que prefieren la caricia de una cobaya
dócil al saludo de su vecino?
¿De qué animales me preguntas?
¿De los que sustituyen el amor de un niño
por un lindo gatito al que no hay que cambiar pañales?
¿O de los que convierten las modernas diásporas
en un zoológico rodeado de alambradas?
¿De qué animales nos nutrimos?
¿De los que piensan que las lechugas
o los tomates sufren menos que una vaca?
¿O de los que convierten al prójimo en un bicho
raro, digno de exterminio, porque piensa distinto?
Sea como sea, en forma de iguana, pez, pájaro,
gato o perro: todos somos mascotas
de nosotros mismos o de otros,
aunque sea sin saberlo.
Menudos animales estamos todos hechos
como no aparezca el animal humano
que llevamos dentro.
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