Estaba ahí, bajo la lluvia,
llovía azul añil y ella seguía
llovía azul añil y ella seguía
- ahí-
sometida al desengaño
-mirando llover-
lloviéndose mientras llovía.
Chorreaba azul añil sobre los hombros
del padre y de la huella de los que nos precedieron.
Llovía sobre los hombros del hijo
y aún del espíritu de los hijos,
todavía con la cabeza agachada
por la culpa del origen.
Llovía sobre la paloma y el ciervo.
Deambulaba la carne bajo la lluvia
pegada a los huesos
-mirando llover, llovía-
por y sobre el diluvio del mundo,
porque los vientos sin cielo
habían dejado de soplar.
Con la cara iluminada
sometida al desengaño
-mirando llover-
lloviéndose mientras llovía.
Chorreaba azul añil sobre los hombros
del padre y de la huella de los que nos precedieron.
Llovía sobre los hombros del hijo
y aún del espíritu de los hijos,
todavía con la cabeza agachada
por la culpa del origen.
Llovía sobre la paloma y el ciervo.
Deambulaba la carne bajo la lluvia
pegada a los huesos
-mirando llover, llovía-
por y sobre el diluvio del mundo,
porque los vientos sin cielo
habían dejado de soplar.
Con la cara iluminada
y los pechos duros como las manzanas,
llovía la culpa sobre los hombros
en nombre del padre y de los hijos de los hijos.
La mujer dio a luz, se vistió con la lava de un volcán
y se marchó para siempre del paraíso.
Desde entonces, la humanidad entera culpa a Eva
y exilia a Lilith,
siempre lo mismo,
llovía la culpa sobre los hombros
en nombre del padre y de los hijos de los hijos.
La mujer dio a luz, se vistió con la lava de un volcán
y se marchó para siempre del paraíso.
Desde entonces, la humanidad entera culpa a Eva
y exilia a Lilith,
siempre lo mismo,
aquí no hay lugar para el que se rebela.
Desde entonces, multitud de Evas traen consigo manzanas,bolsos de piel y zapatos a juego,
mientras bajo la lluvia azul añil las ve pasar Lilith.
Al fin y al cabo, ella siempre fue donde quiso ir.
Estaba ahí, recogiendo el naufragio de los días,
todo tiene su precio - se decía-
y queda registrado en la piel.
Pues no hay maestro que mejor enseñe
que el propio dolor.
Desde entonces, multitud de Evas traen consigo manzanas,bolsos de piel y zapatos a juego,
mientras bajo la lluvia azul añil las ve pasar Lilith.
Al fin y al cabo, ella siempre fue donde quiso ir.
Estaba ahí, recogiendo el naufragio de los días,
todo tiene su precio - se decía-
y queda registrado en la piel.
Pues no hay maestro que mejor enseñe
que el propio dolor.
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