Estaba
ahí, como el beso furtivo
increpando
que alguien se pose en su tacto.
Como
las mañanas después que los ojos abran,
y
perciban los rayos adormecidos aun por el sueño.
Pero
intuía, como ese latir que apenas se oye,
como
esa amalgama de señales ocultas, en la acera.
Van robando miradas muertas y ecuánimes, viejas
formas
teñidas
por un dos, pero la soledad siempre miente.
Apenas
quedaba un atisbo de luz en el crepúsculo de la niebla,
pero
estaba ahí, intuyendo la cruz posada en
el cruce de dos
medias
verdades, dos navajas cruzadas en el aire de una herida.
se
marchó antes de que se cumpliera la profecía:
el
saber que un café en la taza, se degusta y luego queda el poso
del
propio abandono.
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