Nunca supo el secreto; eso creyeron...
Lo descubrió a través de los años, no fue pronto
ni tarde, fue...
Ver a su madre y su insaciable coquetería, su afán
por gustar a los hombres, le gustaban tanto como a él el regaliz de palo o
aquellos pirulís de caramelo envueltos en barquillo.
Se dice a los niños bobaliconamente y le decían:
"cómo te pareces a tu padre" mientras su madre al escucharlo sonreía
complacida sintiéndose fuera de toda duda, cada afirmación la liberaba y él la
observaba analizando su sonrisa...
Constantemente miraba su imagen en el espejo del
baño, el lugar idóneo, secreto, sin interrupción alguna devolviéndole éste un rostro
diferente al de su padre. Los rostros se heredan, si bien, no absolutamente siempre,
pero tan opuestos. Nariz aguileña su padre, ojos huevones, labio fino, sus
mejillas caían como las de un bulldog, nada con él.
Fumaba en pipa y leía novelas del Oeste, no tenía
más vicios. A su pipa la llamaba cachimba, tenía varias. Echaba humo por boca y
nariz igual a la chimenea de Altos Hornos.
Aún recordaba aquel olor, suave, dulzón del tabaco
de su pipa, su tono beige como el mueble de la entrada. Sin embargo, con todo
eso, su cachimba echando humo, su buen vestir, tan alto y esbelto, era antipático,
desagradable, sin gesto amable, sin palabra alguna durante casi todo el año
hasta llegar las vacaciones e ir al caserío de la tía Ramona. Y entonces, sin
la presencia de su madre, su padre se transformaba en otro hombre, subían a la
sierra y escalaban el pico Marina,
nadaban en el río, en verano, aún, helado. Hablaban, hablaban de cualquier
cosa, como si de pronto, él, su hijo, existiese, su padre le dirigía la palabra...
Fue deductivo, no le quedó otro remedio, algo había
entre su padre y su madre, algo inconfesable y él jugaba en ello un papel
importante.
Si se hubiese casado su padre con la tía Ramona, ahora
sería su hijo, el hijo de la tía Ramona y no de su madre y lo más importante, no
existiría aquel malestar bloqueando a su padre con él.
La tía Ramona, le gustaba la tía Ramona hija de un
hermano de su abuelo, por tanto prima carnal de su padre. Fue el mayorazgo el que la concedió la
propiedad de aquella inmensa finca, disfrutándola, también, su familia, los veranos.
Si se hubiese casado su padre con ella serian propietarios de aquella tierra, pero
cada uno se casó por su cuenta y riesgo, la tía Ramona con un criado que
ayudaba con el ganado y las faenas del campo desposeído de tierras, expulsado
de su caserío por su hermano mayor. Un hombre, su nuevo tío, pequeño y feo, muy
trabajador, sin embargo, no es un atenuante, seguiría siendo feo aún trabajador,
trabajador y feo al mismo tiempo. Su pelo tan negro tenía visos azules, al
igual que la barba de Barba Azul los tenía, más joven que ella, dieciocho años
mayor la tía Ramona, un escándalo fue aquella boda, él lo supo hacer, la dejó
embaraza y ella se dejó, él tenía veinte, y ella treinta y ocho, se estaba
quedando soltera; a éste no quiero porque no tiene fortuna y el otro con más
fortuna aspiraba a otra más refinada de la capital de aquella provincia.
No se apreciaba entre ellos la diferencia de edad,
él era tan feo, tan vasto que aparentaba muchos más años y ella, tan alta, tan
bella, tan jaca enjaezada, con aquellos andares cuando subía a la pequeña huerta
de diario a coger la lechuga o la berza o cualquier otra verdura que comeríamos
a mediodía.
Hubiese sido una boda consanguínea de haberse
casado con su padre, y qué, tenía un compañero de colegio, sus padres eran
primos carnales y no pasó nada.
El conflicto siempre presente entre su padre y
madre; su madre tan casquivana, tan hermosa, tan divertida, tan...
Tenía un gran trabajo por hacer, difícil, complicado
para alguien que no deseaba, al fin, conocer la verdad... Sería una especie de inquisidor,
tendría que reconocer y volver a hacerlo y comparar su parecido con los amigos
de su padre , con los socios del club al que fueron todos los días de su vida,
se estaban haciendo viejos los socios, pasaron tantos años. Debía apresurarse,
no es fácil hacer comparaciones de rostros cuando a estos los ha deteriorado la
implacable vejez, esperó demasiado tiempo...
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