La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

martes, 15 de mayo de 2018

EL MEJOR SECRETO, por Josefina Martos Peregrín.

 
  
                              
Nunca supo el secreto de aquella tierra. Por más que Gonzalo, el capitán, espiara  amaneceres, el sol no asomaba y, sin embargo, la luz surgía del mar y crecía hasta lo insoportable, hasta la incandescencia última, previa al repentino apagón. Llegaba la noche, súbita como una cortina negra, pesada y recia. Y sólo entonces comenzaba el ruido.
Al silencio total de la costa iluminada sucedía el alboroto de mil vivientes inquietos, la algarabía, el bramido, el chapaleo hueco de cacharros y pisadas.
¿Cómo lo contaría a su señor rey si algún día salía vivo de esta maldita tierra?
Cierto que abundaba el oro, que pepitas y granos se apretaban en las arenas rozadas por el mar, que los frutos crecían copiosos, en especial aquellos encarnados, grandes como naranjas, de sabor semejante al dátil, fortificantes y gustosos; que manaba incansable el agua dulce a la entrada de la cueva. Pero el día no era día y la noche era más que noche, y por mucho que Gonzalo y su gente explorasen en las horas alumbradas contornos y lejanías, no hallaban a nadie, hombre, bestia o espectro, que pudiera causar la zarabanda nocturna.
De los doce que arribaron, sólo quedaban cuatro, porque cada mañana, si “mañana” podía llamarse a aquello—se contaba un hombre menos, un desaparecido más.
“De las nuevas tierras no sólo importa el oro –había proclamado el rey--, importa tanto más conocer su secreto”.

Miró Gonzalo al cielo ardiente; comprendió los ojos asustados de sus compañeros y, tras ordenarles hacer acopio de frutas, agua y oro, proclamó antes de embarcar: “Señor Rey, tenga Vuesa Majestad por el mejor secreto del mundo que nosotros cuatro hayamos conservado la vida”. 

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