Escuchó el ring del despertador
aguijonear sus sueños
como cada mañana.
No distinguió legañas de tinieblas.
El agua rebotando en el lavabo
no ocultó la palidez de su silencio,
blanco y tenue como la porcelana.
Luego, desgarrando los iris
con cristal de espejo,
fue capaz de mirar sin tapujos
pero con desesperanza su rostro.
El tiempo le grabó sus muescas.
Un revólver asesino
le disparó a cada paso de su vida,
sin saber que caminar
es jugar a la ruleta rusa.
Al fondo del espejo
seguía buscando el fondo de su vida,
pero el tiempo,
como un ave carroñera,
iba libando sus despojos
para tallar los paneles de un féretro.
La misma toalla secó sus lágrimas
y el agua del grifo esparcida por la cara.
Cada mañana el tiempo
aguijoneaba cada mañana,
y vestido de tiempo
cruzaba el portal en busca de vida,
en busca del disparo fatal
de la ruleta rusa.
Al fin, con el último bang,
no cupieron las dudas:
nunca hubo legañas,
sólo tinieblas.
bonito poema
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