Las mudas piedras oyeron al tiempo
caminar noche y día, lluvia y viento
sin conocer siquiera qué es la luz.
¡Cuántas veces el brillo de la luna
las bañó hartas ya del amarillo
que achicharra en las horas en que el aire
cual rayos asesinos del infierno
mataron mi conciencia en el sopor!
y ¡cuántas, mi memoria como piedra
porosa se ha perdido entre la arena
de un pasado gastado por la fuerza
de la ingrata costumbre de vivir!
No hay quien las levante y las arroje
contra ese firmamento que nos dice
que no sabemos nada de los dioses;
que todas las estrellas nos persiguen
para compadecerse hasta lo eterno
de nuestra insustantiva irrelevancia;
que una sola lágrima de Júpiter
contiene los océanos salados
la savia de los árboles, la sangre
que fluye en las entrañas de la tierra;
Que todos los cerebros reunidos
en un enorme y único pensar
jamás arribarán al infinito…
Por eso, piedra impura, me edifico
con otras más que encuentro en el camino
sin querer entender lo que construyo
por si es un alacrán lo que cobija
o un simple remedo de la nada.
¡Tic, tac! sigue pasando y no lo siento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario