Me dijo que volvería a por mí… Y aquí sigo día
y noche.
En ocasiones el frío no me deja dormir; otras
veces paso aletargada un día entero, desde que sale el tibio sol hasta el ocaso.
Veo pasar a la gente a mi lado, pero parece como si ellos no me vieran a mí. Y
eso que les saludo dándoles los buenos días o las buenas tardes. Comprendo que
no reparen en mi presencia pues frecuentemente están tristes y llevan los ramos
de flores como nunca deberían llevarse: con los brazos caídos, caminando de
manera desganada, mirando al suelo con cierta desazón…
Cambio de postura con frecuencia: me tiendo de
lado, me siento con las piernas cruzadas, me coloco boca abajo con la barbilla
sobre las manos… La verdad es que es difícil desenvolverse sobre una blanca y
siempre helada losa de mármol de un metro cincuenta por dos…
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