A Henri de Toulouse Lautrec y a los gorriones
vecinos del Sacre Coeur.
Viejo Toulouse Lautrec, andante eterno,
incensario de vieja pipa errante,
busca luz en las luces del infierno
que verter en cartel de aura anunciante.
El monte de los mártires en cerno
guarda en su espalda de perfil pecante,
vive inmerso en París, y él es su averno,
a ritmo de un cancán tan exultante.
La Place du Tetre sin corazón sacro
rinde homenaje a sus sublimes sueños,
en continuo exponer un simulacro.
Los empeños forjaron los empeños
‒huellas que al pisar yo mismo demacro‒
para alzar luces y cuerpos los dueños.
***
(Santiguado lavacro,
pirámide frontal de romos planos:
“las manos de gorriones son mis manos”
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