Estuve allí, quise morder aquella tierra,
mis pies probaban los primeros la gloria
de la llegada a una meta imaginada.
Seguían enhiestos los cipreses,
humeantes las chimeneas,
brillante el curso del río,
imponente la cúpula que se ve
desde todos los rincones,
que se viene encima en cualquier calle.
Cuerpos esculpidos en mármoles eternos
acompañaron mi mirada absorta,
marcaron el ritmo de mi corazón crédulo;
soplaron en mis oídos secretos de
historias
de hombres increíbles.
Un vino rojo coloreó mis mejillas
emocionadas,
sacó de mi garganta canciones secretas,
compuestas por mi alma sedienta de verdes
colinas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario