Trae septiembre un fragante zumbido
de abejas, uvas y de parras,
fronda de hojas que esconde tu
pupila.
Llega la tarde bañada en pan de
oro,
y arden los cerros bajo un sol
hecho de astillas.
La noche irrumpe huérfana de nubes
el tilo triste, la apagada fuente
la herida reseca, el camino polvoriento.
En la veleta el gallo es un heraldo
de luz que escruta el cielo,
porfiando que caiga el agua redentora,
sobre campos y corazones yermos,
que plena colme las manos
extendidas
y en los troncos de los árboles,
sacien su sed las aves.
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