Un saludo
cordial a los lectores y amigos de la revista “Absolem”. El árbol, sus hojas y
ramas, su tronco, sus raíces, son referencias casi ineludible en la literatura.
Son símbolos con los que florecen, se ramifican o en los que arraigan las más diversas
fantasías de la imaginación o las más intrincadas inquietudes del espíritu. En
mi poesía aparece con asiduidad. Para esta ocasión he elegido un poema en el
que el árbol es la constatación de la fugacidad del tiempo.
Rafael
Guillén
RESEÑA BIOGRÁFICA
Rafael Guillén nació en Granada el
año 1933. En 1953 participó en el grupo Versos al Aire Libre, que inició
el resurgir de la poesía granadina tras los veinte años de silencio que
siguieron al asesinato de Federico García Lorca. En 1957 fundó y dirigió, junto
con José G. Ladrón de Guevara, la colección de libros Veleta al Sur.
Está
considerado como uno de los miembros destacados de la Generación del 50, según numerosos estudios
especializados en poesía de posguerra, manuales de Historia de la Literatura
Española del siglo XX, antologías sobre
esta época, reseñas críticas de su obra, etc.
En 1994 le fue concedido el Premio
Nacional de Literatura por Los estados
transparentes (El Bardo. Barcelona, 1993 y Pre-Textos, Valencia, 1998). En
2003 se le otorgó el Premio de la Crítica de Andalucía, por Las edades del frío (Tusquets, Barcelona, 2002). En 2011 el Premio
de las Letras Andaluzas “Elio Antonio de Nebrija” por una vida dedicada a la
literatura, y, en 2014, el Premio Internacional Federico García Lorca, al que
son propuestos anualmente los más
importantes poetas de los países de habla hispana...
Entre sus otros premios cabe destacar el también
internacional "Leopoldo Panero" 1966, el "Guipúzcoa" 1968,
el "Boscán" 1968 y el "Ciudad de Barcelona" 1969..
Es académico de la de Buenas Letras
de Granada y de la de Nobles Artes de Antequera.
Autor de numerosos libros de poesía,
cultiva igualmente la narrativa y el ensayo. Ha viajado por todo el mundo y sus
poemas y artículos han sido traducidos a numerosos idiomas.
VUELVO A AQUEL ÁRBOL
Vuelvo
a aquel árbol que llenó de pájaros
mi juventud primera, y ya no es
aquel árbol.
Estaba
allí, sobre el acantilado,
con su ternura verde,
con su manera de silencio.
Yunque de soledad donde templaba
sus aceros el viento
de levante.
Cercaba
su sombra un horizonte
de gaviotas y de lejanos barcos
rumbo ¿a dónde? Colgaba de su
copa
desarbolada todo
lo bello que la vida
tumultuosamente me ofrecía.
Yo, apoyado en su tronco,
contemplaba
el mar y, en su incesante
cabrilleo, veía destellar
miles de sueños y aventuras.
Vuelvo
ahora a aquel árbol y allí está,
de cara al mismo mar, y ya no es
aquel árbol.
(2004) Del libro Los dominios del cóndor
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