Pintura de Mikel Olazabal |
Admiro y contemplo un cuadro de pintor
desconocido en donde, cada vez que lo observo, siempre encuentro nuevas
tonalidades, significados ocultos y en ocasiones mas luz o mas sombras.
Me
impresiona el gesto, la mirada cansada de un joven convertido en viejo y fogueado
en múltiples batallas.
Único
en su estirpe, de pelo largo al estilo de las mas viejas tradiciones de los húsares,
con la guerrera gastada y en ausencia de su Colbac.
Bigote
de veterano, piel apergaminada perdida entre campos yermos y tormentosos,
exenta de buenos hábitos que mejoren su salud. Tal vez demasiadas penurias
pasadas en su cuerpo y en su mente logran que sus ojos miren a un punto
indeterminado, porque perdida está su conciencia y agotada su alma.
La
mano acariciando el sable. El arma que ha logrado salvarlo, inerte y expuesta, siente
el roce de la piel de un joven que ha dejado de serlo hace mucho tiempo.
El
color del fondo que rodea la figura es tenebroso, como su mirada. Atormentada,
perdida, desamparada y cansada.
Pero
en ocasiones, según el día, evoluciona y se transforma en un azul petróleo, que
inspira ese aire de esperanza.
Y
con la esperanza muere la soledad.
N. d. pag. :
Es cierto, muere la soledad o vuelve para siempre al lado de una sonrisa y acompañado de una caricia fugaz.
(Rubricado con el mismo sentimiento y firma)
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