La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

domingo, 24 de abril de 2016

LA PALABRA, Josep Manuel Segarra Bellés (1º Premio "III Certamen de Relato Breve Guadix en el Día del Libro".)


La ciudad despertó, lentamente, con legañas en las ventanas. Sus habitantes tardaron un poco mas en bajar de la cama y lo hicieron con la típica crisis de cerebro matutina. Todo parecía correctamente cotidiano y habría sido un día más, sin pena ni gloria, de no ser por la voz que me contuvo. Es la voz que soy yo mismo, en uno de estos años descargados, de una profunda melancolía.

Deje que la palabra pasara al horizonte, que vistiera su piel de espuma y agua y su falda de música y relente matinal que ascendió hasta el origen de los tiempos donde el sol acaricia con sus besos rubios el resto de la nieve de las montañas.

Dejé que escalara, pura, la cumbre del silencio, que se destrenzara en música y canciones; que fuera del latido mineral del destino, al aliento del río estremecido.

Dejé que fuera relámpago de la noche, solitario en el desierto de los pechos, o caricia infinita de ternura. Con un galope de corceles grises, cruzó la vida de todos mis sueños, y me dejó la fiebre en las pupilas, la lenta procesión de las imágenes, la sombra y el dolor clavados en el barro.

La tarde nos gotea, sobre el crepúsculo azul de la memoria de aquel cielo estrellado.

La nostalgia de un libro entre las manos, que irradia resplandores de dóciles gramáticas, el aroma de un bosque florecido bajo una lenta lluvia que el cielo nos regala.

Y fue  todo tan breve como un vuelo de alondras, en la apacible pausa de la tarde.

Me queda la paciencia de sorprenderme de la vida, despacio, como esqueleto arropado fuera a desnudar su cuerpo en la memoria de las gentes. Aprendo incertidumbres que apenas sí recordaré, mañana, cuando el sol acalore, el color que les arrancan de la vida.



Creo no equivocarme, cuando digo tontamente las verdades ante el rincón deshabitado y triste; nada es igual a su silencio mortecino que apenas, sí se atreve a decirme.

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