Miré aquellos trazos…
diferentes y discordantes
en sus grises y blancos,
átonos en los matices de rojos
y amarillos,
brillante en los hilos de verdes
y azules.
Intercalados, arrebujados,
abrigándose unos a los otros
deleitándose matices, soñando
paisajes diferentes.
Di la vuelta a la canvas, ahí
estaba
todo el trabajo de seis días…
el esfuerzo del sol y sus rayos
la luna y la noche, los brillante
de la tierra y el cielo
-las estrellas-
Todo el imaginario de los planetas,
sus agujeros negros, océanos y
playas,
el río descendiendo por la ladera,
los bosques, y las piedras,
el desierto…
En cada trazos voces gritando
silencio,
gritando paz,
levantando su no a las guerras…
líneas convulsas, imaginarías de
delirios
de horror y tristeza,
de la fragancia de las rosas,
de llanto primero
el amor imposible
el amor posible
el desamor que nunca fue amor.
Ahí en cada hilo trazado estaba
dibujado magistralmente por la mano
que descansó el séptimo día
de su creación.
Hay que ser muy heredad y consciencia,
humanidad y espiritualidad,
amor y pisar el barro de esta
tierra
para saber juntar colores y hacer
durante seis días sus obras…
y el séptimo nacieron manos
con pincel.
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