La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

viernes, 15 de abril de 2016

Un mural extraño, por LEANDRO GARCÍA CASANOVA

Mural en el Centro de Salud "Gran Capitán", Anónimo


Hablo con Juan, el celador, y me dice que el Centro de Salud ‘Gran Capitán’ (con anterioridad fue un ambulatorio) tendrá unos cincuenta años. Entonces le explico que yo vivía en el barrio de Fígares, en los años setenta, y venía a este ambulatorio hasta que construyeron el del Zaídín. Juan me dice que la pintura que hay, en la entrada del Centro de Salud, es un lienzo que está pegado a la pared aunque da la impresión de que es un mural. No se ve la firma del autor pero creo que se ha perdido a causa de apoyar la cabeza en el lienzo, pues los asientos están pegados a la pared. Con el paso de los años y la falta de cuidado, el mural se ha deteriorado bastante y en algunos puntos la pintura se ha desprendido. Tendrá unos dos metros de largo por uno de alto pero ahí está en la pared, como un testigo mudo, aunque nadie se fija en él a pesar de que aparecen dibujadas unas gitanas con los niños y las cuevas detrás. Son tipos del Sacromonte, de los años cuarenta o cincuenta del siglo pasado: tres mujeres con faldas largas hasta los pies y con el clásico chal. Una lleva un cesto colgado del brazo, mientras que las otras dos sostienen a sendos niños en los brazos.

En los extremos del cuadro aparecen dos niños, uno está descalzo y el otro sosteniendo una cesta, mientras que en el centro hay una niña con un vistoso vestido amarillo y una rosa cogida en el pelo, calza unas zapatillas blancas y tiene los brazos en jarra. La gitanilla parece que mira a los pacientes y les dice, “¡Ea, que aquí estoy yo, señores!”. Ni por esas. A la derecha de la niña hay un botijo en el suelo y, medio escondida entre dos mujeres se observa una canasta, quizá en recuerdo de los “gitanos canasteros”. En un segundo plano destacan las típicas chumberas del Sacromonte y, más allá, las cuevas aparecen con sus chimeneas. El pintor anónimo las ha dibujado blancas y de forma simétrica e infantil, en contraste con el color ocre del monte sagrado. Sierra Nevada aparece al fondo caprichosamente, sus crestas blancas asoman detrás de las cuevas del Sacromonte, cuando en realidad se encuentra enfrente de ellas –esto me indujo a pensar que eran las cuevas de Guadix, pero allí no existen chumberas–. Se puede decir que el mural es un homenaje al barrio del Sacromonte y está dibujado con un cierto aire infantil.

Juan, el celador,  afirma que hay otro lienzo, de tema árabe, que se encontraba en la pared donde hoy se encuentra su mesa de trabajo (la derribaron hace años para que los pacientes tuvieran mejor acceso), pero que está guardado y en buen estado. “Lo miraré y le echaré una foto para ver si viene el nombre del autor”, me dice. El razonamiento que hacemos es que, en ningún centro de salud de Granada existen estos murales, pues los de Cartuja y del Zaidín son posteriores al del ‘Gran Capitán’, aparte de que tienen un estilo de construcción más moderno. En cuanto al pintor, debió de ser conocido en Granada pues el cuadro es original y algo le pagarían, aunque es de suponer que poca cosa ya que en los años setenta la cultura apenas se valoraba en España. Ahora van a hacer obra en la entrada del centro de salud, pero Juan asegura que al mural no lo tocarán y que seguirá en su sitio.

Había mucha pobreza en el Sacromonte hacia la mitad del siglo XX pero en el cuadro no se aprecia, mientras da la impresión que los personajes están posando a la vez que miran con dignidad y con cierta resignación al espectador. Tampoco transmiten tristeza o cansancio, ni se refleja en sus rostros o en sus vestidos la dureza de la vida diaria del campesino, en medio del paisaje árido de Jaén, como le gustaba retratar a sus personajes al pintor Rafael Zabaleta. Ciertamente, los cuadros del pintor de Quesada tienen más colorido y los personajes son más expresivos.
        
 Esperanza Sandoval, presidenta del Circulo Literario Artístico ‘El Semillero Azul’, de San Juan Despí (Barcelona), lo define ve así: “Una imagen muy representativa de las costumbres gitanas, vestimenta, canastos y esos trajes, Destaca el enrejado de la cesta que lleva la del traje rosa, donde se aprecia muy bien las tiras de caña empleada y el brillo sedoso de la falda. Un tanto pobre y falto de técnica es la imagen de las cuevas que se ven muy repetitivas, pero no deja de tener su encanto. Me gusta la postura agresiva y provocativa de la niña que viste de amarillo. Me parece estupendo este seguimiento que le has hecho al cuadro del Centro de Salud Gran Capitán; es un cuadro muy emblemático, y por supuesto muy descriptivo y trabajado.
Dejando aparte la perfección de las imágenes, que a mi parecer están bastante bien definidas dentro de la técnica empleada, creo que ya era de justicia que alguien se preocupara de otorgarle algún reconocimiento a una obra semejante. Dices que es de autor desconocido, pues te digo que es una verdadera pena, el cuadro tiene, tal como dije en su día, un encanto especial, hay detalles bastante relevantes, su autor dominaba trazos y los gestos, sobre todo en las transparencias sedosas de la ropa y en el rasgo fisonómico de la raza gitana, sobre todo en el característico paisaje que quiso plasmar; estoy segura que dejó en el lienzo exactamente aquello que deseo y que va más allá de lo visual. Es una pena que se queden en el extenso muro del tiempo estas obras sin reconocimiento alguno, y sus autores queden perdidos por no haber tenido un mecenas que se fijara en ellos para darles impulso y valor, cuantas cosas menos trabajadas y menos representativas están en la cumbre por ser firmadas por un Miró o un Tapias”.

Nieves Ariza conoce bien la pintura: “Preciosa, pero está deteriorada. Cuando yo trabajaba ahí traía la guerra declarada a compañeras que le daban unos fregados que ni te cuento”. Juan García dice lo siguiente: “De un tiempo que viví en Granada, visité al practicante en este ambulatorio, hace años el cuadro estaba en muy buenas condiciones y es realmente bonito”. María José Muñoz Rubio pinta asombrosos paisajes y rincones granadinos sobre guijarros grandes y redondos, con la minuciosidad de un relojero: “Iba a expresarme, pero siempre me ocurre algo que no me deja el tiempo que merecen tus escritos y recomendaciones... esas pinturas de chiquillo, planas pero tan llenas de color de aquella época... vida, la de verdad, sin disfraces, sin matices, sin sombras... esas pinturas encierran muchas cosas en su haber! No sólo por el entorno que nos marca aquella época, sino por lo realista de un tiempo que aunque durísimo estaba lleno de color! De todas formas el arte es tan subjetivo! Cada cual interpreta a su forma... Reconozco que mi manía de idealizar lo humano me pierde a veces de la cruda realidad... tenemos tantos defectos los seres humanos, tan visibles, tan palpables, que prefiero ahondar en el interior, buscando la pureza que tu pintor desconocido ha plasmado tan bien en esa obra... Y emociona por la sensibilidad de la escena, por el ‘regreso al pasado’ que nos marca, un pasado tan cercano y tan dolido que la tierra se acentúa más roja por el dolor, un dolor que reflejan todas las caras de los personajes! La alegría del color disfraza el sufrimiento de sus almas!”.

En cambio, Maria Mai Mai dice: “A mí me recuerda a la pintura llamada naïf, pero me gusta la carita de la gitanilla de amarillo toda ‘enfadà’”. Hay quien opina que es una pintura muy básica, y puede que lleve razón, mientras que otra mujer la encuentra atractiva: “Me gusta la imagen de la madre sentada con su bebé y el detalle de las chumberas”. Y sin embargo, lo que más sorprende de toda esta historia es que se ha ido deteriorando ante la indiferencia de todos y, lo que es peor, nadie sabe el nombre del autor. El mural está desde que construyeron el Centro de Salud ‘Gran Capitán’, ante él han desfilado y desfilan miles de personas pero nadie sabe decir una palabra de la pintura. Como si fuera un trasto viejo. Alguien se explica que en el Centro de Salud nadie sepa nada, pero mantengo la esperanza de que aparezca el nombre del autor.


Esta es la poesía que le ha dedicado al extraño mural Esperanza Sandoval: 

A veces, la sombra viva
de una estampa dibujada
pueden despertar los duendes
de un romance hacía una casta.

En una pared colgado
por donde los años pasan,
        hay un tapiz de colores
en la pared encalada

        en el Centro de Salud
Gran Capitán de Granada.
Luciendo arte y paisaje
esta pintura descansa.

No se sabe a ciencia cierta
quién dibujo  gesto y alma
de esta instantánea calé,
ni se sabe por qué causa.
  
Por ella pasan los ojos,
        lo mismo que pasa el agua
resbalando por los años
mirando sin mirar nada.

Nadie sabe de su autor,
ni se sabe porque causa
es un reflejo olvidado
en el arte de Granada.

Pasan los tiempos por ella
sin honor al valorarla  
en el reloj infinito
de la indiferencia calma.

Quizá mis versos ayuden
a dar un soplo de alas
a esta estampa colorista
del embrujo de la Alhambra.

Estampa del Sacro Monte,
de pura sangre gitana,
que da ternura y orgullo
en la imagen de una raza.

                       Granada Sandoval.


No hay comentarios:

Publicar un comentario