Por
San Antonio comienza el verano, de días calientes y noches frescas. La flor de
la retama abierta y las abejas zumbando, la flor del castaño comenzando.
Las
hierbas se van marchitando y los pilones en el rio se van realizando.
Se arrancan
las habas y los cereales se van dorando. Vienen cuadrillas de todos lados,
algunos hombres se traen a sus hijos, duermen en pajares o en corrales.
Los
jornales son cortos y largas las peonadas, por casi la comida se empieza la
siega.
Se
come temprano las migas, sobre las doce el gazpacho con trozos de pan duro
bailando, sobre las cinco la olla y no sé si por la noche algún trozo de tocino
con aceitunas y pan. En las comidas con la cuchara en la mano, un pasito
palante y un pasito patras, donde entran otros y así un día y otro.
El
niño recoge espigas y prepara “vencejos” para amarrar los haces, también
reparte el agua de la botija a los segadores.
Los
haces se van cargando entre animales y carro, se van llevando a la era formando
montañas enteras.
Entran
las bestias a modo de trote, donde poco a poco desvanecen las lomas y se
convierte en pradera. Se engancha el trillo con la collera más grande, se suben
los niños al trillo como si fuera una noria tumbada en el suelo. Los padres
remeten orillas y le dan la vuelta a la “parva”. Cuando la paja esta suelta se
amontona la mies molida y después se “ablienta”. Las parvas grandes las
“ablienta” la máquina que si hace aire en el día se hará por la tarde noche o
de madrugada que el aire amaina. Las parvas pequeñas las “ablienta” el “biergo”
que para sacar limpias las legumbres se utiliza también la criba y el “asnero”.
Para rematar la faena el soplillo.
Todas
las eras están ocupadas, todas las bestias circulando, a veces en las cuestas
se paraba el carro y era un problema, las bestias agotadas se estiraban para
poder subir la cuesta.
En
el centro de la era la parva de cebada, la de las lentejas y garbanzos mas
tardíos siempre había algún rincón libre que al trillarlos saltaban como bolas
libres, los niños las recogíamos con la esperanza de algún postre rico. Las
madres nos hacían un flan para los domingos, este se marcaba por trozos para
los hermanos, como si de verdaderas fronteras se tratara.
Las
eras se van acabando, hay que meter la paja en los pajares y recoger la granza
para las aves, siempre llevan tierra y semillas que a ellas les va de maravilla.
Las
eras quedaban limpias, todas barridas, no había hierbas y las piedras estaban
pulidas y brillantes ¡por tanta pisada y por tanta barrida!
Bandadas
de gorriones acudían a rebuscar semillas, cuando caían las primeras tormentas,
ya por agosto o septiembre, todo se lavaba, todo se olvidaba, la tierra y el
polvo se asentaban y un verdadero perfume invadía las eras.
Hoy
paseo por las eras, eras de nuestra infancia y de nuestros antepasados, eras de
esfuerzo y supervivencia.
Hay
paseo con mi perro por unas eras del pueblo, estaban las de la Ermita, las de
la Balsa, las del Albaicín y las de “Cagarria” que junto con las de la Ermita
son las de mayor calado, tanto por extensión como por recoger los diferentes
aires para el “abliento “de los distintos granos. También había eras en los
molinos y en los cortijos aislados.
Estamos
en la estación seca, la del verano, donde todas las eras deberían de estar
llenas de mies o de legumbres, llenas de personas, llenas de animales. Hoy mi
perro corre por ellas, la hierba crece entre sus piedras, los balates que las
separan se han caído, unos por el ganado, otros por la lluvia acumulada. En
algunas se han plantado árboles, en otras se han construido pequeños almacenes.
Paseo
el hoy por donde el ayer, donde pasé mi juventud, donde dormí siendo un niño
teniendo las estrellas como techo, donde unas galletas me despertaron en unas
eras que ya no están.
Hoy
paseo por donde muchas de ellas son escombreras, el desecho de la casa.
Hoy
paseo por donde el agricultor recogía su grano, su esfuerzo, su sueño del año
entero. Donde sí su cosecha era buena le podría pagar al tendero, al barbero,
al tabernero y al pueblo entero. Pero si no se recogía grano, volveríamos a
comprar fiado, gracias al tendero que nos apuntaba el año entero.
Hoy
las eras de mi pueblo han caído en el olvido, en algunas de dibujaban los
cuatro puntos cardinales. En muchas otras hay huecos para la botija, el cántaro
de agua y la fiambrera, con esa fritada de morcilla y calabaza “burriquera”,
con suerte algún chorizo.
En
algunas eras pasaban cerca las acequias y había grandes castaños en sus
orillas. el agua cristalina, la sombra frondosa, el cansancio en lo alto, así
que los ojos descansaban un rato en aquel oasis.
Las
eras…hoy olvidadas, ayer necesarias ¿y mañana? Mañana seremos leyenda.
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