En
las ventanas del tiempo, poemario dividido, muy acertadamente en cuatro
partes, que se desarrolla en un bloque de pisos del mismo edificio de la
colmena global, en occidente –preferiblemente--, en donde viven Virginia,
Silvia, Pablo y Laura, unos personajes que representan a la humanidad, en
diferentes facetas de crecimiento, y con visión de sus realidades internas;
expresando facetas por las que suelen pasar algunos seres humanos en sus
diarios deambulares.
Virginia, enferma de nostalgia, por
lo que pudo ser y no fue, posiblemente un amor –grande y remoto--, en la
distancia. Desde su ventana de los meses: ve los raíles que se pierden en el
horizonte o detrás de una curva del recodo de la calle en la que vive. Una
mujer –en este caso—viviendo algo desolada cada vez que sale a las 11.00 de la
mañana –hablase de soledad— encaramada en la pérdida del ser querido, por los
kilómetros distantes y naufragando en el desánimo, tal vez. (“Es el amor un misterio / y la lógica su
absurdo”.) El anhelo del ser amado,
que se halla lejos, quizás en otro continente, incluso “que solo trae vértigo,… que nos daña”. Y la memoria continuamente se remonta al amante,
al ayer, a los días vividos del pasado. El deseo intenso de un fogonazo allende
los días o los años (“es el aullido de la
leña…), cuando la angustia, la lástima y el dolor (“… / y el duelo de felices años sea /…) por aquel que la contentó
durante un tiempo, y zarpó, del que recuerda… “el agua del encuentro / las brasas en la piel / su licencia arbolada /
el resplandor”, la fogata luciente en sus entrañas, impregnada de sudor, de la belleza del varón,
de su hombría, (¿para qué el olvido / si
es hermoso saberte?) Rememorando que
vive en el pretérito, añorando al amor de su vida. Aunque reflexionando se diga:
“Sacúdete tu pena Ariadna”.
Silvia, atrapada en el tiempo, su presente: la lectura, la visualización
de películas “entre cuatro paredes”, viviendo “de múltiples historias”, “horas de lectura”, con “el corazón pausado
/cautivado en el libro”, en la quietud, en el silencio; y escuchar, oír,
aprendiendo de las cosas del mundo, de las ideas, llegando a la claridad, al
entendimiento… vislumbrando filmaciones, aprendiendo a través de la imágenes,
de su lectura, de documentales, aprovechando el tiempo en su discurrir si
hallamos el sentir por el sentimiento, por el corazón, por la sujeción de sensaciones o por la separación de las
cosas… o ante la “negritud” de los
noticiarios con imágenes pesimistas del mundo, donde la desidia nos insiste en
confiar esperanzados en nuestros vecinos, y que “nuestro ánimo / lacerado por la inquietud / nos arrastra a diluirnos
en la tristeza”, pero acogiéndonos a la esperanza, viviendo en el presente,
en la realidad inmediata. La pintura, la lectura y sus símbolos, que nos hacen
la vida más llevadera.
Pablo, que
es negativo, desea un amor más productivo que el que tiene, y queda muy claro
en “Danza macabra” sin valorar
demasiado el que tiene. Los humanos
como regla general, no sabemos apreciar lo que tenemos hasta que lo perdemos,
con su excepción y salvedades. Siendo un ser que pudiera no ser quien escribe
–posiblemente--, sino que escribiese su acompañante –el personaje literario,
que Ana Alvea inventa para transcribir esta crítica social, que lo mismo
pudiera ser hasta otro varón, aunque
hablase de unos hijos –en ese tramo del poemario--: la imaginación es poderosa.
Un ser preso por los convencionalismos, que no se atreve a abrir el mundo –la
jaula--, saltando más allá del que dirán…un ser atrapado en la cotidianidad de
la vida, salvo cuando grita… pero no se atreve a revelarse a grandes rasgos
contra lo que le rodea, salvo siendo agresivo; un ser visceral, que se ve
dominado por las circunstancias.
Laura, es el
futuro, porque el futuro es la querencia de algo mejor, de divertirnos, de
expandirnos, de disfrutar lo que nos rodea, nuestro mundo, anclados como
estamos por lo común, en nuestras preocupaciones… e intentamos sacudirnos las
complicaciones, y quedarnos “estrictamente con las necesarias, para crecer. Y
gozar de las cosas, de los grandes y de los pequeños momentos, es el
regocijarse con el entorno, vivir de pleno, en la calma que deseamos en los
días venideros, conformarnos plácidamente con nuestro entorno.
Unas formas
de ser y de pensar, que aglutinan ciertos comportamientos –tal vez enfermizos,
cuando el pasado no nos deja vivir el presente, o cuando el anhelo de devenir
nos coarta vivir el ahora--, que no son todo lo concreto que debieran, pues no
nos realizamos en el tiempo, sintiéndoos anclados en el ayer, o intentando
conseguir un futuro mejor… Es por eso que es muy importante aprovechar el
momento en el que estamos, sin lugar a dudas. Diferentes formas de sentir y
vivir las diferentes realidades que nos tocan –a cada uno— según las
situaciones que nos rodean en el tiempo.
Vivencias humanas que todos podemos
imaginar al leer estos versos, bellamente engarzados, aunque no lleven apenas
signos de puntuación, dando a lector –más o menos experimentado—la libertad de
ponerlos –libremente— a su antojo, en el conocimiento de las reglas… Poemas por
lo general bastante escuetos y breves, aunque no siempre, pero intensos.
Es un
recorrido psicológico por varias facetas individuales que existen en
determinadas personalidades de nuestro entorno –preferiblemente occidental,
pero no exclusivamente…--. Formas distintas de vivir y expresarse según los
condicionamientos que se imprimen a nuestra mente por sus diferentes “ideas
madres estructurales” y de nuestro pensar. Ideas que dictaminan nuestra forma
de actuar y de dirigirnos por el mundo, según se tenga más o menos moral, que
pudiera ser inquisitiva o permisiva… Formas de ver y entender la vida desde una
u otra óptica, según lo que nos han enseñado y la que hemos adoptados en
nuestra convivencia diaria. (Así, deberíamos dejarnos fluir en nuestro gozo,
dentro de las reglas democráticas y de respecto, en las diferentes ideologías
“del entendimiento”, que no tiene que ser únicamente político, sino de
tolerancia a las distintas formas de pensar y sentir, que no han de ser
excluyentes, sino coexistentes,
Poemas muy
bellos, apenas sin signos de puntuación y poco adjetivizados. Poemas breves,
poco extensos por lo general, que son como fogonazos de luz, relumbrando en sus
concepciones, ideas situacionales, que se encardinan en el tiempo: pasado /
presente / futuro. Son de una sensibilidad exquisita en el antojo de conjugar
el lenguaje, combinando bellamente las palabras, auspiciando un diálogo denso
con el interlocutor, que mirando desde dentro de nosotros mismos, ausculta los
mensajes simbólicos y mediáticos. Con unas imágenes muy sutiles e hilvanando
muy bien los argumentos a través de las metáforas. Es este libro como un
cofrecito repleto de joyitas preciosas.
JOROS,
en Sevilla, a 2022.
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