Cuanta desesperación en el dolor, la queja, el llanto, la
pesadumbre, de ser vejado por la barbarie de unos sobre otros; de Caín sobre
Abel, en el dominio de la fuerza bruta, descomunal, de la intemperie, de la
agresividad sobre los que no pueden ni siquiera esquivar la agresión del más
salvaje sobre los indefensos, los menos pudientes, ya sea en tiempos de guerra,
de posguerra o, simplemente, en el devenir cotidiano del dejar pasar la vida
como viene. En donde los menos favorecidos son atropellados por la infinidad de
tropelías, de dominio del más poderoso sobre el más débil,
lamentablemente. Donde lo intempestivo
cae sobre las acciones cotidianas de un diario deteriorando y rompiendo la
armonía, con rotundidades desequilibradoras de los quehaceres más livianos,
incluso, como es el de alimentar a un bebé, porque la falta de sustento tiene
mustios los senos de sus esquilmadas madres por la escasez de alimentos-
Este libro, que denuncia las lamentaciones de los más
desfavorecidos en una guerra, los niños dados de lado incluso, con la lucha por
la supervivencia en un entorno hostil, famélicos, deshidratados, dolientes; o
los ahogados, ya sea por el agua o por la desesperación, en el ahogo que
produce el malestar de una vida desolada… o por no poder cumplir sus
expectativas, en la desazón de la lucha por sobrevivir… o en la muerte por
asfixia; o los que huyen de la barbarie, del desastre atormentado y atronador,
en la intemperie de una contienda fratricida, descabellada, entre hermanos, una
herida grave entre parientes, una hendidura civil, que muerde desesperadamente
a un pueblo, el español (como si fuere cualquier otra comunidad del orbe,
generalizando la violencias de unas gentes sobre otras), con sus villanías, sus
represalias, sus negatividades acuciantes, en la lucha por la supervivencia más
inmediata. Donde la violencia se nota más contra el sexo femenino, por las
naturalezas enfrentadas y encontradas de dos formas diferentes de ver y sentir
la vida; y más, si eres madre, si has de proteger la vida en el campo de
batalla, del devenir, en unas condiciones extremas de pobreza material, ante el
desorden de la libido de los machos desesperados… por la incontinencia, por su
forma de ser más intolerante y dominadora. Pero sea como fuese, siempre nos
queda el lugar de la esperanza, en los días venideros, en el futuro de la raza,
en el más allá del presente, intolerante y desalmado, un atolladero de
ofuscaciones malsanas en el desequilibrio de una guerra entre parientes… con
todos sus males y sus barbaridades. Una queja, un lamento, un denunciar las
calamidades y los desastres, en la falta de tolerancia y de respecto de los
derechos humanos en cualquier situación y, extrapolándolos, a cualquier
sociedad del mundo, ante las injusticias de cualquier índole, pero sobre todo
de las que están más a la vista, las que nos chirrían en los oídos, las más
tirantes, las más nefastas, las más intolerantes. Es “lactancia seca” un libro
crítico ante las desigualdades sociales, gritando las desavenencias, las
negruras, las intolerancias, que crean pesadumbre y desesperación en los más
indefensos. No dejando indiferente a nadie, ante la mirada de congoja, su grito
angustiado ante el malestar por la tropelía de injusticias cometidas… por el
hecho de ser animales territoriales temibles, necesitados de un espacio más o
menos amplio.
Un libro muy bien escrito, con suficiente entereza, con
un vocabulario extenso, digno de una poeta que se aprecia; en su rotundidad,
contundente; denunciando las injusticias, las lamentaciones de la irracionalidad
de algunos seres (in-)humanos, por la necesidad de corregir los agravantes en
el transcurso de la vida de algunas personas indefensas, desprotegidas y
desfavorecidas, por las inclemencias del vandalismo más desaforado.
Así, tenemos ejemplos, en el poemario, tan conmovedores
como estos versos de su poema “Hasta
cuándo”:
“Hasta cuando quejarnos por todo /
de solo, de nada, de mucho, de poco /...
O en
este fragmento de “Violetas, al caer la
tarde”:
“Duele el lubricán / que comparece
hilando códigos / sin prórroga ni alfeizar / donde invocar plegarias. // Duele
el aire reseco / que cuartea los labios / de sueños precintados / cuando la
piel y la doctrina / escupen hijos de las balas y las ánades, / de pies
descalzos, / las llagas mancilladas de ceniza / en el silencio de osario / que
se traga la tierra.”//.
O en el poema Faltas:
“Y no sé si aún duermes / habiéndote
desvalijado, / estos verdugos despiadados / tu derecho de soñar”.
O en “Mamá se ha quedado dormida”:
“Mamá se ha quedado dormida y sueña
que vive en esta casa extraña donde reside la luna llena en el fondo de los
vasos”.
En Idioma:
“Doy mi voz / por aquellos que guardan silencio, / los
que tienen sus manos atadas / y los ojos ignotos en el negro./
Ablación, es uno
de los poemas más descarnados, pero más puros, por su inocencia…
Con
todo, bendita sea Rocío Biedma, por su paz y su calma, por transmitirnos en
estos versos tanto dolor, con tanta mesura; tan bien equilibrados están, que no
resultan altisonantes ni chocantes, en nada; habiendo logrado una equidad
curiosa, similar al golpe rotundo del martillo rondando el pie de la madera: ha
conseguido crear una obra impecable, además de con un rico vocabulario, con
sonidos que no resultan estridentes en exceso. Una obra que denuncia las
injusticias sin sobresaltos, ni demasiado alto ni demasiado bajo, en un tono
justo. Es este poemario, lento, exquisito en su decir, con un hermoso don de
palabra, buenamente lírico. Gracias, Rocío, por entregarnos este canto duro,
pero bello. Lactancia seca es de una
gran calidad, una joya de filigrana bien engarzada.
Joros.
Sevilla y octubre de 2022.
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