Me brotan de tus dedos,
del imperfecto alarido
de mi ansiedad ensortijada
por encontrarte
en el esquelético temblor
del vaivén de la sangre
con la que te amo.
Me brotan del desencanto de
tus ojos,
del crepúsculo descosido de tu
mirada
cuando se desquebrajó un día
cayendo por las escaleras
de la desesperanza.
Me brotan
del lienzo bermejo
de tu planetaria boca.
Y se me clavan en cada segundo
del pensar en lo que fuimos.
Ahora que aletargados
concluimos
en el suicidio hermoso de las
flores.
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