Mónica
Doña, nacida en
Jaén y residente en Granada, inicia su andadura poética con el cambio de siglo
y tras años de formación. Ha publicado los poemarios Nueve Lunas (2000), La Cuadratura del Plato (2011) que obtuvo el
premio internacional de poesía Vicente Núñez, Adiós al mañana (2014)
y ¿Quién teme a Thelma & Louise? (2017)
que fue finalista del Premio Andalucía de la Crítica. Asimismo, es coautora
junto a Josefina Martos Peregrín, Sol Nieto y Paco Espínola, del
«librisco» La caja de música de Erik Satie (2018).
Su obra ha sido recogida en diversas antologías y otras publicaciones
colectivas.
Mónica, nos has sorprendido con tu
nuevo poemario “Mundo fantasma” ¿por qué ese título?.
- Encabeza el libro una cita del maestro de maestros
Juan Carlos Rodríguez que me dio el título y es, a la vez, un aviso de lo que
vamos a encontrar en la lectura del poemario. No me resisto a reproducir parte
de sus palabras que me sé de memoria:
“El ‘fantasma’ que de hecho recorre
Europa -y el mundo- es la realidad del capitalismo neoliberal y sus
expectativas plenas de desolación y ruina…”
- Hablando llanamente, un fantasma es algo que da
miedo y no se ve. La producción de miedo es lo más eficaz para mantenernos
acríticos, desarmados, paralizados. Y el miedo es lo que se nos inyecta a
diario desde cualquier medio.
Este es tu quinto libro de poesía ¿Es
la poesía necesaria en el mundo actual?
- Diría que sí. Considerando que cuerpo y mente
forman una unidad que nos constituye como seres humanos, ambos deben estar
alimentados. No sólo la poesía, cualquier actividad que fomente lo que llamamos
creatividad -facultad que tenemos todos aunque tantas veces ni lo sabemos-, nos
mantiene vivos y nos da armas para desarrollar conciencia crítica. Hay que
tener muy en cuenta que lo contrario de creación es destrucción. Claro que hay
que tener la suficiente formación, es decir, que todo empieza con la educación.
Y ya sabemos cómo desde hace tiempo se maltratan las humanidades en el mundo
académico de cualquier nivel.
Si tuvieras que definir cada uno de
tus poemarios con una palabra ¿Cuáles serían?.
- Con una sola palabra me resulta imposible. Creo
que todos mis libros publicados hasta la fecha son distintos. No me gusta repetirme.
En ‘Nueve lunas’, hablo de los mitos clásicos femeninos y su
posible repercusión en nuestro presente cotidiano. En ‘La cuadratura del plato’ animo a que hablen por mí, los objetos de uso
doméstico que hay en todas las casas. ‘Adiós
al mañana’, es una recreación del mundo
de la infancia y su influencia en lo que somos como adultos. ‘¿Quién teme a Thelma
& Louise?’ es una
indagación sobre la supuesta identidad femenina.
No me corresponde a mí hablar de las constantes
que, de una u otra manera, hayan ido conformando mi escritura hasta hoy.
Me ha dejado tu poemario, la
sensación de extraña calma que precede al cataclismo, este se ha producido con
el Covid19. ¿Crees en la premonición de la poesía?.
- Esta es una pregunta que me resulta incómoda, que
me genera conflicto. Considero que una premonición es algo esotérico y no creo
en esas cosas. Yo lo dejaría en intuición, esa forma de conocimiento rápido que
no pasa por lo cerebral. La intuición en poesía es muy importante.
En este libro hay una sección que habla de
distopías, y la Covid es una distopía que estamos padeciendo. Quiero pensar que
ha sido una casualidad. Pero es posible que el advenimiento pandémico sea una
consecuencia más de nuestro maltrecho mundo actual, de tantos ataques
indiscriminados al planeta que habitamos.
Estamos en inmersos en un “mundo
fantasma” ¿Qué elementos del mismo se ven reflejados en tu poemario?.
- He querido estructurar el libro en seis secciones
y que cada una hable de un efecto concreto de los muchos que conforman el
malestar de nuestro tiempo. Aquí se habla de desamor, de falsificación del
lenguaje, de tantas muertes prematuras, de la problemática del yo, del viaje como búsqueda del lugar perdido que se concreta en fiebre
turística o migración necesaria. Y sí, la última sección es una revisión de
ciertas distopías históricas y un posible horizonte distópico. Pero quizá, lo
más constante en este libro, lo que encadena los conflictos, sea la soledad que
atraviesa todo el poemario de forma explícita o soterrada. Pero no la soledad
buscada que es buena y tiene prestigio. Se trata de la soledad que lleva al desamparo,
al aislamiento, a la ruptura de vínculos sociales y afectivos, a la desolación
sin retorno.
Se me dirá que nada de esto es nuevo, y yo respondo
que efectivamente así es. Lo nuevo es la intolerable dimensión que han
alcanzado muchos problemas humanos como consecuencia del individualismo, del
sálvese quien pueda, de las abrumadoras desigualdades, de la codicia de ‘los
amos del mundo’ que no sabemos quienes son.
Gustavo Adolfo y yo, es un poema que
me ha gustado especialmente, al final se cierra con una interrogación
magistral: ¿Y cómo no fallar en matemáticas, / en geografía, en lengua y en
amores, / si era yo la poesía? ¿Qué es la poesía para Mónica Doña?.
- Este poema habla de mi primer
encuentro-desencuentro con la poesía allá en la adolescencia. Que Bécquer es un
poeta magistral e imprescindible, lo sabemos. Pero es un poeta que yo empecé a
leer mal, muy mal. Con el tiempo me he ido dando cuenta que no sólo me pasó a
mi sino a otras mujeres poetas o no. Rosario Castellanos que es poeta de
cabecera, publicó la recopilación de su obra bajo el título ‘Poesía no eres tú’. Ahí queda eso. Bécquer, al escribir “poesía eres tú” está señalando a la bella amada de pupilas azules.
Si la mujer es la poesía, queda anulada como poeta. Juega el mismo papel pasivo
y silencioso que la musa que se tiene que conformar con ser musa y nada más. En
cualquier caso, el debate en torno a la Rima
XXI becqueriana, sigue abierto.
Y para terminar y contestar a tu interrogación
final, te diré que escribo poemas porque me gusta mucho y me he preparado para
ello. Lo hago con goce pero también con dolor. Hay de todo en el proceso de
construcción del poema. No me quejo porque ha sido un oficio conscientemente
elegido. Aunque sigo sin saber qué es la poesía y lo único que tengo claro es
que poesía no soy yo.
Gustavo Adolfo y yo
Con las rimas de Bécquer
en el sagrado fondo del pupitre
pasó la adolescencia.
Quizá por eso nunca
resolví los problemas
de las oscuras matemáticas,
en el ángulo oscuro
del oscuro colegio
de las monjas oscuras.
Y aunque las golondrinas regresaban
-No a mi balcón, por cierto-,
se hacía muy difícil encontrar
una pupila azul en vacaciones.
¿Y cómo no fallar en matemáticas,
en geografía, en lengua y en amores
si era yo la poesía?
Muy buena entrevista, magistral poema entre Gustavo Adolfo y tu!!!!
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