Resuena
en mi mente
tu
nombre
como
una insinuante plegaria.
Perfumas
de incienso
la
llama que derrite la cera
sobre
la frente perlada de sangre
de
Jesucristo.
Y en
él encuentras el refugio
que
desde tanto tiempo implorabas.
Como
a una virgen negra
te
venero desde la sombra.
Abres
los húmedos labios;
purpúrea
puerta
donde
la vida se hace carne
y
grita desde lo más profundo.
Madre
exenta de toda mácula,
ofrece
a tu hijo al mundo
libre
del pecado
que
la fe redime.
Si
amarte es pecado
arderé
eternamente;
moriré
mil veces
como
el toro muere
por
la espada amada
y
que el corazón le quiebra.
Impregnaré
de rojo
tus
jóvenes pechos
donde
dulcemente se encuentra la muerte;
Y el
otoño cuajado de silencio
por
la coloreada lluvia
encharca
los caminos
donde
el alma yace.
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