Pasea la vergüenza y pide el
vil metal
que a todos nos condena.
“Soy padre de tres hijos”,
garabatea con la tinta de sus
venas.
Cada día pasea su
silencio y su pena
su desesperanza,
su incertidumbre,
su desesperación.
Las manos que ahora acarician a
su can cerbero,
acariciaron la suave piel del
deseo,
la comodidad del hogar
y el rostro de sus hijos.
Manos que trabajaron la tierra,
que leyeron poesía,
que jamás mendigaron y
que ahora claman dignidad.
Manos que pasean por las
deudas,
por el vértigo del miedo.
Manos que lloran y saltan
desde el filo del desahucio.
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