Y cómo
sufre cualquier luz y como
sufre en la claridad de la
protesta.
Claudio Rodríguez (El Don de la Ebriedad)
Son las clavículas
la herencia del ayuno
en la casa del pobre.
Ese valle perfecto
que se prolonga vano
cuatro veces al día
en el cuerpo pequeño de mis hijos.
Son sus preguntas diarias
sobre el sabor de las
manzanas,
y sobre las promesas
incumplidas
las que marcan la línea de
hormigón
entre mi sucio orgullo y su
inocencia.
Mientras la vida sea
un recreo para ellos
hermanaré la leche con el
agua
indagando en su catre
el sueño que algún día
prometo hacer real.
El hambre contra el hambre
medirá las ojeras,
el abuso, la usura
el grito despechado
del hombre contra el hombre.
Venid a ver el espectáculo,
el don de la ebriedad
acalla los problemas.
Mientras, la vieja Europa
agonizante y ciega
subvenciona a la
muerte.
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