Amigo:
Hoy me acuerdo de ti…
Otros días también, pero es que hay algunos en que la conciencia no me deja
disfrutar de la vida; por eso, y porque no puedo, ni quiero olvidarte, hoy te escribo
esta carta.
Me gustaría saber cómo estás. Si tu vida
cambió de las aceras a un hogar; si tus escasas ropas estarán limpias y
planchadas, si ahora, que deberías de ser ya un muchacho, tendrás lo que tienen
los de aquí a tu edad: una novia a la que contarle tus intimidades y anhelos,
una familia con la que sentarte a comer, en definitiva: lo que creo que andabas
buscando desde antes de aprender a andar, sin tan siquiera tú saberlo.
Esta carta debería empezar como todas las
cartas: ¿Cómo estás…? Nosotros bien... Bueno, bien pero mal, pero bien. Todo
está mal; en el mundo no aprendemos de las lecciones que nos da la vida, pero ya
sabes que somos unos privilegiados por el simple hecho de haber nacido en eso
que llaman “el mundo desarrollado”.
Espero que tus huesos descansen después de
buscarte la vida en una cama, o al menos que sea algo donde puedas descansar, que
tu estómago este caliente y no por el interminable verano que vives desde que
llegaste a la vida, y suerte que en tu vida siempre ha sido verano, en eso eras
afortunado. ¿Te imaginas a otros como tú, viviendo en un invierno interminable?
Por eso te digo que eres, o eras,
afortunado. Mejor que no sepas que he visto a niños pisando regalos mientras
otros cantaban alrededor de una lumbre, y no precisamente contentos, sino para
acompañar al ritmo del temblequeo de sus dientes… Tú al menos no sabes lo que
es pasar frío; sabes lo que es una calle en la que siempre sobrabas, sabes lo
que es estar siempre corriendo y apartándote de las tiendas porque espantabas a
los clientes… Pero al menos no sabes lo que es el frío. Mejor. Mejor que
siempre te acompañe el buen tiempo; mejor que tus oídos escuchen músicas
callejeras y los gritos de la gente divirtiéndose... ¡Mucho mejor!
¿Te acuerdas cuando
hablábamos tantas veces de que cuando fueras mayor querías venir a España,
aunque fuera nadando…? Pues no lo hagas. No lo intentes, que no serás bien
recibido. Tengo que decirte que aquí las cosas han cambiado, que ya no vale la
pena que sueñes con venir, que es mejor comer mierda en tu país que en otro
lejano; que aquí se dedica una cantidad ingente de dinero a salvar a los bancos
que a su vez echan sin escrúpulos a la calle a otros niños como tú, cuando les
hemos regalado una cantidad de dinero que valdría para quitar el hambre a medio
mundo.
Antes no entendía lo que pasaba en tu
país, pero ahora no entiendo lo que pasa en el mío cuando muchos os echan la
culpa de nuestros problemas y se olvidan de otros tiempos cuando salíamos por millones
a buscarnos el pan a otros países… Supongo que así es la vida
Me he preguntado muchas veces si pudiste
salir de aquella inmensa avenida y llegar a una pequeña calle. Una de esas
calles tan pequeñas donde todos son familia y amigos…. Quisiera equivocarme,
pero creo que no. Cuando volví por ‘tu calle’ pregunté por ti muchas veces
hasta olvidar preguntar. Nadie me dio más razón tuya.
Por eso te escribo hoy esta carta, porque
me quemas en la memoria. Nunca entenderé que nacer en un lugar y en una cama
diferente nos haga desde el primer día tan diferentes; que empezar a respirar
en un lugar, una ciudad, o un continente diferente, hace que nos veamos también
diferentes, cuando todos sabemos que nada más es una cuestión del destino o de
la suerte.
En fin... Que espero que no te llegue esta
carta, pero por si acaso te llega, quiero que sepas (aunque entonces ya lo
sabías) que tendrás la edad de mi hijo, y que daría lo que no tengo por saber
que tú, tienes una buena vida.
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