La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

martes, 14 de julio de 2015

Matrimonio Arnolfini: el cuadro de las nupcias matrimoniales, por MERCHE HAYDÉE MARÍN TORICES.






Aunque es vasta y variada la pintura a lo largo de la Historia, yo me detuve en la pintura flamenca del Siglo XV y, concretamente en este cuadro, que, cuanto más lo veo, como jurista, más conclusiones saco de toda la simbología que entraña.
La obra fue realizada en Brujas en el año 1434 por el pintor flamenco Jan Van Eyck. Unos zapatos, unas naranjas, una vela, un espejo, ricos tejidos y muchos más objetos nos encontramos al mirar con detenimiento la obra titulada El matrimonio Arnolfini; las manos de los protagonistas unidas, la de él levantada, el perrito, la imagen del espejo… Vamos por partes.
La pintura representa una escena de interior, cuyos protagonistas son una pareja pero, ¿quiénes son los representados? En 1434 vivían en Brujas dos hermanos de la familia Arnolfini, procedentes de la ciudad italiana de Lucca: Giovanni y Michele Arnolfini. Se ha reconocido al representado como Giovanni, gobernador de Borgoña, comerciante y casado con Giovanna Cenami, hija de un banquero italiano.
Identificados los personajes cabe preguntarse, ¿Qué está ocurriendo en esta estancia? Pues ni más ni menos que un matrimonio morganático, que es aquel que se celebra entre personas de diferentes clases sociales. Además, el matrimonio se celebra en Brujas pero, al ser la novia italiana, no se perfeccionaría como negocio jurídico, no tendría validez, si no se envía a Italia un documento que de fe de que se ha celebrado. Y qué mejor forma de hacerlo que a través de un cuadro.



En esta época la unión de las manos y un juramento eran pruebas de boda, y eso es lo que parece que está celebrando la pareja porque el hombre levanta una mano como para hacer un juramento y ambos aparecen dándose la mano. El esposo coge la mano de la esposa, si la posición económica fuera al revés, es decir, que ella fuese más opulenta que él, la unión de las manos sería al revés, Giovanna sostendría la mano de su marido. Además, cabe aclarar que en el siglo XV no se necesitaba ni sacerdote ni testigos para contraer matrimonio, porque no eran los sacerdotes los que mediaban en el sacramento del matrimonio, sino los esposos, que solían hacer pública su unión acudiendo a misa juntos a la mañana siguiente.
No olvidemos que nos encontramos en una época a caballo entre la edad media y la edad moderna; en este período el hombre ostentaba la moral de la casa y ella, Giovanna, se muestra sumisa, como correspondía entonces al papel de la mujer y con un vientre abultado (más abajo se explica), que es símbolo de futura fecundidad.


A pesar de que no eran necesarios los testigos, en la imagen del cuadro se pueden contemplar dos figuras, una podría ser el pintor y otra su ayudante, así como la firma,  “Johannes de Eyck fuit hic” no solo atestigua la presencia del autor en el acontecimiento sino que, además está escrito con caligrafía gótica (en vez de latina) que se usaba para documentos legales, lo que tiene que ver con que el matrimonio para ellos no es sólo un contrato sagrado con Dios, además tiene un carácter de contrato legal, terreno. Tenemos que decir que Jan Van Eyck fue precursor de firmar sus obras para demostrar así su autoría, pero en este caso, al ser un encargo del señor Arnolfini, la firma cobra el sentido de testifical en un acto jurídico como es el matrimonio.
 Los colores predominantes son también claramente simbólicos: mientras el verde alude a la fertilidad, el rojo lo hace a la pasión.

Casi todos los demás objetos también podrían tener un sentido simbólico. La vela encendida, por ejemplo, simbolizaría a Cristo que es aquí testigo inmaterial del compromiso y por lo que ya no sería necesaria la presencia de nadie más si él está. Por ello el resto de la lámpara no tiene ninguna vela y, si las tuviera, estarían apagadas.




El espejo y las cuentas del rosario de cristal de roca, situado al lado del primero, hacen alusión a la pureza de la Virgen y por extensión, a la mujer aquí representada. También el rosario simboliza un regalo común del esposo a su amada. El rosario de los Arnolfini es de cristal, signo de la pureza y virtud de la novia, pero también de la pureza del sacramento del matrimonio.



La figura de madera ubicada en la parte alta del respaldo de la silla colocada al fondo, representa a Santa Margarita luchando contra el dragón, que es la patrona de las parturientas. En realidad aquí, no significa que la mujer representada esté embarazada, como ya se ha explicado.



El perro del primer plano simboliza la fidelidad de los esposos.


Los dos pares de zuecos nos indican que la pareja está descalza y esto hace referencia a que el suelo sobre el que se está celebrando la ceremonia es sagrado, una alusión al Antiguo Testamento cuando Dios habló a Moisés: “No te acerques, quítate las sandalias de los pies, porque el lugar que pisas es lugar sagrado”. Aunque la visión y la pasión religiosa de la época eran enormes, enfocando el hecho de que los novios están descalzos, todos los factores elaboran la idea de reverencia al pisar la Tierra Sagrada. También desde la Edad media se tenía la creencia de que pisar con los pies desnudos aseguraba fertilidad. Con relación a los zuecos notamos que los de la novia están cerca a la cama indicando su espacio íntimo e interior, mientras que los de Giovanni se encuentran más alejados, señal de que es el encargado del sustento y el trabajo en el exterior.





Por último, cabe destacar las ricas telas de la pareja adornadas con piel de armiño y las naranjas situadas bajo la ventana, que hacen referencia a la riqueza e importancia comercial de la ciudad de Brujas y que evidencian que los representados son personas adineradas. En esa época la naranja era un producto de lujo pues se importaba del sur y sólo podían consumirlo en el norte aquellas familias, personas, con gran poder adquisitivo.




En la Edad Media, a pesar de la preponderancia de la Iglesia sobre todo el conjunto de la sociedad, todavía no se acostumbraba a casarse delante de un cura. Se hacían ceremonias privadas. Estamos ante un matrimonio internacional, él es de Flandes, ella, italiana. Por tanto era necesario enviar a la familia de la novia una prueba de que se había celebrado, ya que, como hemos dicho, a veces, ni eran necesarios los testigos. Este impresionante cuadro, lleno de símbolos es prueba de ello. Cada una de estas representaciones, que hemos analizado exhaustivamente, son, en sí mismas, un argumento de la riqueza de Giovanni Arnolfini, de la opulencia de su casta, a pesar de provenir Giovanna de una familia acaudalada; ésta, a su vez, se muestra sumisa, como muestra de fidelidad y de obediencia y falsamente embarazada, en un gesto pícaro de la noche nupcial y también como garantía de su fertilidad. A ello ayuda la imagen de Santa Margarita. No olvidemos que, en esta época era frecuente el analfabetismo, incluso en la nobleza, en el ámbito de los comerciantes, que, en su mayoría no sabía leer ni escribir; por ello, el matrimonio Arnolfini se vale de la destreza y maestría de Jan Van Eyck para construir un documento que tenga validez jurídica.
Así era el derecho internacional matrimonial en la Edad Media-Edad Moderna, hasta el concilio de Trento.
Hoy día todo es más fácil, pero menos original. En la actualidad son numerosas las leyes matrimoniales entre personas de distintas religiones, culturas y naciones, tanto en el matrimonio laico como en el eclesiástico.
Giovanna Cenami procedía de una acaudalada familia italiana que vivía en París. Su matrimonio se había concertado con sumo cuidado, pero por desgracia no resultó como se esperaba: no tuvieron hijos y, años después, Arnolfini fue llevado a los tribunales por una amante despechada que buscaba compensación.
A todos nos gustan los finales felices, pero cuando no se puede… pues no se puede. Y a la amante de Arnolfini más le hubiera valido nacer en nuestro siglo XXI, donde las pruebas de ADN se hacen a diario.
Aún así, no deja de ser mágico desencriptar un cuadro y reconocer en él un contrato jurídico: el matrimonio.


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