Aunque
es vasta y variada la pintura a lo largo de la Historia, yo me detuve en la
pintura flamenca del Siglo XV y, concretamente en este cuadro, que, cuanto más
lo veo, como jurista, más conclusiones saco de toda la simbología que entraña.
La
obra fue realizada en Brujas en el
año 1434 por el pintor flamenco Jan Van Eyck. Unos zapatos, unas naranjas, una vela, un espejo, ricos
tejidos y muchos más objetos nos encontramos al mirar con detenimiento la obra
titulada El
matrimonio Arnolfini; las manos de los protagonistas unidas, la de él
levantada, el perrito, la imagen del espejo… Vamos por partes.
La
pintura representa una escena de interior, cuyos protagonistas son una pareja
pero, ¿quiénes son los representados? En 1434 vivían en Brujas dos hermanos de
la familia Arnolfini, procedentes de la ciudad italiana de Lucca: Giovanni y
Michele Arnolfini. Se ha
reconocido al representado como Giovanni, gobernador de Borgoña, comerciante y
casado con Giovanna Cenami, hija de un banquero italiano.
Identificados
los personajes cabe preguntarse, ¿Qué está ocurriendo en esta estancia? Pues ni
más ni menos que un matrimonio morganático, que es aquel que se celebra entre
personas de diferentes clases sociales. Además, el matrimonio se celebra en
Brujas pero, al ser la novia italiana, no se perfeccionaría como negocio
jurídico, no tendría validez, si no se envía a Italia un documento que de fe de
que se ha celebrado. Y qué mejor forma de hacerlo que a través de un cuadro.
En
esta época la unión de las manos y un juramento eran pruebas de boda, y eso es
lo que parece que está celebrando la pareja porque el hombre levanta una mano
como para hacer un juramento y ambos aparecen dándose la mano. El esposo coge
la mano de la esposa, si la posición económica fuera al revés, es decir, que
ella fuese más opulenta que él, la unión de las manos sería al revés, Giovanna
sostendría la mano de su marido. Además, cabe aclarar que en el siglo XV no se
necesitaba ni sacerdote ni testigos para contraer matrimonio, porque no eran
los sacerdotes los que mediaban en el sacramento del matrimonio, sino los
esposos, que solían hacer pública su unión acudiendo a misa juntos a la mañana
siguiente.
No
olvidemos que nos encontramos en una época a caballo entre la edad media y la
edad moderna; en este período el hombre ostentaba la moral de la casa y ella,
Giovanna, se muestra sumisa, como correspondía entonces al papel de la mujer y
con un vientre abultado (más abajo se explica), que es símbolo de futura
fecundidad.
A
pesar de que no eran necesarios los testigos, en la imagen del cuadro se pueden
contemplar dos figuras, una podría ser el pintor y otra su ayudante, así como
la firma, “Johannes de Eyck fuit hic” no
solo atestigua la presencia del autor en el acontecimiento sino que, además
está escrito con caligrafía gótica (en vez de latina) que se usaba para
documentos legales, lo que tiene que ver con que el matrimonio para ellos no es
sólo un contrato sagrado con Dios, además tiene un carácter de contrato legal,
terreno. Tenemos que decir que Jan Van Eyck fue precursor de firmar sus obras
para demostrar así su autoría, pero en este caso, al ser un encargo del señor
Arnolfini, la firma cobra el sentido de testifical en un acto jurídico como es
el matrimonio.
Los colores predominantes son también claramente
simbólicos: mientras el verde alude a la fertilidad, el rojo lo hace a la
pasión.
Casi
todos los demás objetos también podrían tener un sentido simbólico. La vela
encendida, por ejemplo, simbolizaría a Cristo que es aquí testigo
inmaterial del compromiso y por lo que ya no sería necesaria la presencia de
nadie más si él está. Por ello el resto de la lámpara no tiene ninguna vela y,
si las tuviera, estarían apagadas.
El
espejo y las cuentas del rosario de cristal
de roca, situado al lado del primero, hacen alusión a la pureza de la Virgen y
por extensión, a la mujer aquí representada. También el rosario simboliza un
regalo común del esposo a su amada. El rosario de los Arnolfini es de cristal,
signo de la pureza y virtud de la novia, pero también de la pureza del
sacramento del matrimonio.
La
figura de madera ubicada en la parte alta del respaldo de la silla colocada al
fondo, representa a Santa Margarita luchando contra el dragón,
que es la patrona de las parturientas. En realidad aquí, no significa que la
mujer representada esté embarazada, como ya se ha explicado.
El
perro del primer plano simboliza la fidelidad
de los esposos.
Los dos
pares de zuecos nos indican que la pareja está descalza y esto hace
referencia a que el suelo sobre el que se está celebrando la ceremonia es
sagrado, una alusión al Antiguo Testamento cuando Dios habló a Moisés: “No
te acerques, quítate las sandalias de los pies, porque el lugar que pisas es
lugar sagrado”. Aunque la visión y la pasión religiosa de la época eran
enormes, enfocando el hecho de que los novios están descalzos, todos los
factores elaboran la idea de reverencia al pisar la Tierra Sagrada.
También desde la Edad media se tenía la creencia de que pisar con los pies
desnudos aseguraba fertilidad. Con relación a los zuecos notamos que los de la
novia están cerca a la cama indicando su espacio íntimo e interior, mientras
que los de Giovanni se encuentran más alejados, señal de que es el encargado
del sustento y el trabajo en el exterior.
Por
último, cabe destacar las ricas telas de la pareja adornadas
con piel de armiño y las naranjas situadas bajo la ventana, que
hacen referencia a la riqueza e importancia comercial de la ciudad de Brujas y
que evidencian que los representados son personas adineradas. En esa época la
naranja era un producto de lujo pues se importaba del sur y sólo podían
consumirlo en el norte aquellas familias, personas, con gran poder adquisitivo.
En la Edad Media, a pesar de la preponderancia de la
Iglesia sobre todo el conjunto de la sociedad, todavía no se acostumbraba a
casarse delante de un cura. Se hacían ceremonias privadas.
Estamos ante un matrimonio internacional, él es de Flandes, ella, italiana. Por
tanto era necesario enviar a la familia de la novia una prueba de que se había
celebrado, ya que, como hemos dicho, a veces, ni eran necesarios los testigos.
Este impresionante cuadro, lleno de símbolos es prueba de ello. Cada una de
estas representaciones, que hemos analizado exhaustivamente, son, en sí mismas,
un argumento de la riqueza de Giovanni Arnolfini, de la opulencia de su casta,
a pesar de provenir Giovanna de una familia acaudalada; ésta, a su vez, se
muestra sumisa, como muestra de fidelidad y de obediencia y falsamente
embarazada, en un gesto pícaro de la noche nupcial y también como garantía de
su fertilidad. A ello ayuda la imagen de Santa Margarita. No olvidemos que, en
esta época era frecuente el analfabetismo, incluso en la nobleza, en el ámbito
de los comerciantes, que, en su mayoría no sabía leer ni escribir; por ello, el
matrimonio Arnolfini se vale de la destreza y maestría de Jan Van Eyck para
construir un documento que tenga validez jurídica.
Así
era el derecho internacional matrimonial en la Edad Media-Edad Moderna, hasta
el concilio de Trento.
Hoy
día todo es más fácil, pero menos original. En la actualidad son numerosas las
leyes matrimoniales entre personas de distintas religiones, culturas y
naciones, tanto en el matrimonio laico como en el eclesiástico.
Giovanna
Cenami procedía de una acaudalada familia italiana que vivía en París.
Su matrimonio se había concertado con sumo cuidado, pero por desgracia no
resultó como se esperaba: no tuvieron hijos y, años después, Arnolfini fue
llevado a los tribunales por una amante despechada que buscaba compensación.
A
todos nos gustan los finales felices, pero cuando no se puede… pues no se
puede. Y a la amante de Arnolfini más le hubiera valido nacer en nuestro siglo
XXI, donde las pruebas de ADN se hacen a diario.
Aún
así, no deja de ser mágico desencriptar un cuadro y reconocer en él un contrato
jurídico: el matrimonio.
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