“… y no te cierres a tu propia carne” Cap 58, Isaías.
Benditos los que tienen
como techo, el cielo raso.
Benditos los ausentes
que su desvarío habitan.
Benditos los despojados,
los que al mundo vienen
con la sola compaña de su sombra.
Benditos porque en el desamparo
atestiguan tu miseria y la mía.
¡Que sean por siempre
bendecidos!
Porque su sola existencia,
ya que somos de la misma substancia
y no debiéramos cerrarnos
a nuestra propia carne.
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