(Sainete en dos actos)
Acto primero
(Jardines del
Paraíso. Bordeado por la frondosa vegetación, en lo alto de una loma, se alza un
majestuoso templo de mármol. Un arcángel se aproxima, sube los peldaños de la
regia escalinata y penetra en el espacio sagrado.)
GABRIEL (Plantado ante la puerta de una dependencia colosal. Llama tres veces.)
Toc, toc, toc.
EL HACEDOR
¡Pasa, Gabriel, que ya conozco tu llamada!
GABRIEL
Señor, traigo noticias.
EL HACEDOR
Para eso te he nombrado mensajero.
GABRIEL
Se trata del árbol.
(Finge que la pulla no le afecta y prosigue
en tono serio.) Falta una manzana.
EL HACEDOR
¿Queeeé?
GABRIEL
Yo mismo he hecho recuento esta mañana. Falta una
reineta, mi Señor. (La mirada de Gabriel
parece decir: «aunque no sé por qué le estoy contando todo esto, pues usted ya
estaba al tanto, ¿no?».)
EL HACEDOR (Adivina sus pensamientos.)
A ver, Gabriel, ¿qué día de los siete es hoy?
GABRIEL
El séptimo, Señor.
EL HACEDOR
¿Y qué pasa los días séptimos? (El tono evoca al padre primerizo frente al niño destetado.)
GABRIEL
Que usted descansa, mi Señor.
EL HACEDOR
¡Pues entonces déjate de omnipotencias! No, si al final
tengo que hacerlo yo todo… ¡vaya panda de asexuados! A ver si alguno se rebela
y me da un poco de vidilla porque vamos… Y hablando de rebeliones, ¿quién ha
osado quebrantar mis mandamientos? ¿No habrá sido la serpiente?
GABRIEL
No, Señor. Había pisadas en la tierra y huellas digitales
en las ramas del manzano. Con una certeza estimada del cien por cien, se trata
del Hombre y la Mujer.
EL HACEDOR
¿Los bípedos sin alas? ¿Los de la hojita de parra en las
vergüenzas? ¡Criaturas desagradecidas! Mira que lo sabía, ¿eh? Si ya me daban
mala espina cuando estaba moldeando su cerebro… Si estaba claro que me la iban
a liar… (Habla para sí) Claro que yo
también podía haberme conformado con el resto de primates. ¡Pero no! Tenía que
superarme, ser el artista más sublime, ¡sacar todo mi duende a relucir! ¡Buf! Y cualquiera se los carga ahora que se han
hecho los amos del jardín. Que ya parece que estoy viendo a mi cohorte murmurar
a mis espaldas: que si soy un justiciero, que si soy un vengativo, que si tengo
pelusa, que si uso armas de fuego… ¡Me montan un Juicio Final por un quítame
allá esas pajas! Y luego aguanta jinetes, plagas y fanfarrias… ¡Menudo tostón! Nada, nada, se van a enterar ese par de dos de
quien es el que lleva la voz cantante en el Universo. (Dirigiéndose al arcángel) ¡Gabriel!
GABRIEL
¿Señor?
EL HACEDOR
Tráeme a esos ingratos sin demora.
GABRIEL
Tu voluntad será cumplida, mi Señor.
EL HACEDOR (Comenta para sí.)
¡Pero mira que son redichos estos bienaventurados!
Acto segundo
(Interior del templo. El
Hacedor está sentado en el trono de la Justicia. Enfrente, a no mucha distancia,
El hombre y la mujer se acomodan en tocones de madera.)
EL HOMBRE (Apuntado con el índice a la Mujer.)
¡Fue idea suya, mi Señor! ¡Yo no tuve nada que ver! Si a
mí lo que me gustan son los melones…
LA MUJER (Indignada.)
¡Pero cómo puedes ser tan embustero! ¡Bien que te
arrimabas al manzano por las noches, so glotón!
EL HOMBRE (Dirigiéndose al Hacedor.)
¡No le hagáis ni caso, mi Señor! ¡Es una mentirosa! ¡Una
arpía!
LA MUJER (Puestos los brazos en jarra.)
¡Mira quién fue a hablar! ¡Mequetrefe! ¡Botarate! ¡Picha
floja!
EL HOMBRE
¡Pelandusca! ¡Lasciva!
EL HACEDOR (Enfurecido. Sus ojos echan chispas.)
¡Basta ya, malditas bestias! ¡Hasta la misma coronilla
estoy de escarnios y de embutes! ¡Siempre la misma cantinela! ¡Todo el santo
día con insultos y alharacas…!
EL HOMBRE (Intenta replicar.)
Pero Señor…
EL HACEDOR
¡Que te calles, mentecato! (Mínima pausa.) Vamos a ver, pedazo de alcornoque, ¿cogisteis o no
la manzana reineta?
LA MUJER (Solemne.)
Yo la cogí, Señor.
EL HOMBRE (Se apresura a apostillar.)
¿Lo ve? ¿No se lo dije, mi Señor?
EL HACEDOR (La mira con un deje de sorpresa y de respeto.
Piensa para sí: «Hay que reconocer que esta criatura tiene arrestos… No hay
duda de que me salió mejor que el primer simio pensante... Habla a la Mujer.)
¿Y
por qué cogiste la reineta si sabías que estaba rigurosamente prohibido? (El Hombre hace ademán de hablar, pero el
Hacedor lo fulmina con la mirada.)
LA MUJER
Pues simple y llanamente porque estaba hasta las narices de
comer Golden a diario, que, dicho sea
de paso, no saben a nada. Y, también, y no menos importante, ¡porque estoy
hasta el moño de que los varones me mangoneen!
EL HOMBRE (Cae al suelo de rodillas. Se mesa los
cabellos. Su gesto es de impotencia y de dolor.)
¡Y encima va y le cuenta la verdad! (Mirando a la Mujer.) ¡Pero cómo puedes ser tan mema! ¡Esto es la
ruina! ¡La condena! ¡La expulsión!
EL HACEDOR (Asintiendo.)
Pues mira, papanatas, por una vez estoy de acuerdo
contigo. (Ahora se dirige a la Mujer.)
Y tú, marisabidilla, que reconozcas tu pecado no te exime de la pena, así que
¡hala! ¡Fuera del jardín! ¡A tomar viento los dos!
LA MUJER (Orgullosa, casi altiva.)
¿Puedo decir algo antes de irme?
EL HACEDOR
Habla pues, ¡y luego vete!
LA MUJER
¡Machista! ¡Ahí te pudras tú y tus reinetas! (El Hombre la mira atónito, petrificado.)
EL HACEDOR (Pierde la paciencia. Estalla furibundo.)
¡¡Mal rayo te parta, deslenguada!! ¡Te vas a enterar de
lo que vale un peine! ¡Gabriel! ¡Gabriel!
GABRIEL (Aparece en escena.)
¿Señor?
EL HACEDOR
¡Toma tablilla y punzón y esculpe mi sentencia! (Puesto en pie con los brazos alzados.) ¡¡Que
el dolor de mil demonios te desgarre cuando paras, Mujer!! Y en cuanto a ti, calzonazos,
¡que el sudor perle tu frente cada día y pierdas todo el fuelle a los cuarenta!
¡Yo os declaro inmigrantes! ¡Exiliados a perpetuidad del Paraíso! ¡Gabriel, llévate
a estos parias de mi Reino!
EL HOMBRE (humillándose.)
Hágase en mí según Tu palabra.
LA MUJER (Lanza al Hombre una mirada de desdén.)
¡Ya hablaremos tú y yo a la salida, so bragazas!
TELÓN
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