La Oruga Azul.

La Oruga Azul.
La oruga se puso azul turquesa, porque presa de la luz de la poesía, reposa en las cuartillas de la mesa impregnada de tinta y fantasía… (Antonio Peláez Torres),

martes, 14 de julio de 2015

El sino del nómada, por GABRIEL MERINO.


(…llegar allí es tu meta más no apresures el viaje: mejor que se extienda largos años.-K.Kavafis)
Se sentó al borde del abismo, ya muy cansado tras vivir una vida extensa y trabajosa -agotado su cuerpo de ganadero fuerte, pero ya caduco- en la que había guiado manadas, piaras, rebaños pero también –como homenaje al muerto- había plantado vides, olivos, trigo y manzanos que daban, hacía muchas cosechas, frutos. Además, había sembrado de hijos incestuosos los vientres de sus hermanas por el mundo. Ya no hablaba con dios, que seguía sordo para él pero había visto, leído, catado, escuchado, palpado, y pecado mucho. En su juventud, siendo él pastor, mató a su hermano -a quien le sembraban sin esfuerzo ni sudor los ángeles los campos mientras rezaba- con una quijada de burro. Debía ser el muerto agricultor la imagen y semejanza auténtica de ese extraño cósmico que inventó a su padre y envió a la serpiente con la fruta prohibida a su madre, porque aquella muerte, en verdad, le enfadó mucho. Tanto que, desde entonces, nunca se volvió a hablar con la familia. Entonces, sin guía, llegó al finisterre. Con un velero había atravesado los océanos; había escalado montañas, atravesado selvas y desiertos hasta llegar a los confines más ignotos del mundo. En el filo de aquel barranco terminó, solo, su huida de nómada transhumante. Y así empezó nuestra vida.

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