Pintura de A. Róbalo |
Ante el altar de los pecados
que mis demonios me ofrecen,
ni excluyentes ni exclusivos
hoy solo quiero reconocer uno.
Será por no mortificarme en
exceso,
por miedo a mirar más dentro y
más hondo,
por no hacer ruido y pasar de
puntillas
y no despertar la bestia que
todos somos.
Ese que destaca en mí
sobremanera
sobre los cantos de sirena de
los otros,
que me adjudico como dueño y
propietario
y como sombra que se acorta y
que se alarga.
No es la visión de la carne
desnuda,
ni es la sangre que se altera y
se dispara,
porque aunque suda lujuria mi
cuerpo
mi cabeza es más vieja y
también más sabia.
No son los banquetes de
excesos,
ni las mesas rebosantes e
infinitas,
y aunque mi saliva muestra el
camino
mi ansia sufre parálisis y la
marchita.
Aunque no puedo evitar desear
lo tuyo
y los éxitos que no me
corresponden,
de acumular mas todo para nada,
no soy yo, sino otro mezquino y
oscuro.
Durmiendo sueño que sigo
dormido,
que todo viene sin lucha ni
esfuerzo,
pero es mi parte poderosa y
heroica
la acude al rescate cada
mañana.
La vena que trasporta mi ira,
recorre mi cuello hasta mi
puño,
pero casi siempre tropieza y se
vence
en el remanso de la visión de
tu rostro.
Entre los siete jinetes
malignos
que nos corroen y nos
envilecen,
que nos apartan de la virtud y
de la hombría
es la soberbia mi madrina y
amante.
Sí, soy humano, no por ello me
disculpo,
y aunque mis bolsillos llevan
semillas varias
la de nombre sensual y antiguo
vive en mi y de mi se alimenta.
En la sala de este juicio
sumario,
en que yo soy fiscal, juez y
reo,
cual verso romántico y trágico,
yo me acuso y yo me condeno.
Madrid , 7 de abril 2015
Qué bueno.....
ResponderEliminarFelicidades profundo poema.
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