Me lo he comido todo (la gula).
Micropintura de Paul Rey |
Me lo he comido todo. Después de devorar como una piraña los suculentos manjares dispuestos sobre la mesa, he juntado la migajas de pan y he rebañado los platos. A la postre, me sobreviene el remordimiento; no tanto por dejar sin probar bocado al resto de los comensales que acudían a la mesa, sino porque me estoy convirtiendo en una asquerosa bola de carne. No puedo evitarlo Señor, las ansias me pueden; tanto es así, que ayer caí de rodillas suplicando tu clemencia, creía estar en la iglesia, pero al alzar el rostro, advertí con estupor que no estaba ante el altar, sino al final de la cola de un Mcdonals.
Micropintura de Paul Rey |
Su naturaleza imperecedera trasciende a lo largo de los siglos.
Emite un sonido metálico como el de un reo con los pies encadenados,
arrastrando voluntades a su paso. Pudre
corazones que esclavos de la avaricia,
presentan su mueca más despiadada a la miseria. Se transforma en el capataz de
la más frenética máquina industrial, donde millones de vidas sin voluntad
caminan sonámbulas trazando círculos letales. Adopta infinitas identidades,
todavía lo hace. La última vez que lo vieron fue en la bolsa, miraba tras los
paneles, mientras un hombre se arrojaba por la escalera de incendios al vacío.
Testosterona (La lujuria).
Micropintura de Paul Rey |
Siento que cada poro de mi cuerpo se inflama. Mis carnes
estallan con una violencia delirante. Este sentimiento que se encona con agudeza bestial, no produce sino aristas en mi cuerpo. Nada es capaz de
aplacarme, nada me calma, hasta el aire me resulta cáustico. No empatizo con
nada de lo que me rodea. Mi piel se está cubriendo de escamas, soy un totem de
indignación y hasta creo que me estoy convirtiendo en basilisco.
La pereza
La pereza
No es pecado ser cigarra, siempre y cuando no se robe el grano que alimenta a la hormiga trabajadora.
El rey Ego (la soberbia)
El rey Ego (la soberbia)
Micropintura de Paul Rey |
El Rey Ego, ebrio de vanidad, engordaba cada minuto, alimentándose de los elogios que sus súbditos recitaba como un mantra. Pero el monarca , empotrado en el trono de la soberbia, nunca se encontraba ahíto. Su frágil autoestima se inflaba como una burbuja, adornada de espejismos. Hasta que un día, su reflejo se acercó peligrosamente a la aguja de la crítica, entonces la burbuja estalló como la pompa de un chicle.
La envidia
Micropintura de Paul Rey |
Quería ser como ella, parecerme a ella. Y tanto he mimetizado sus gestos y apariencia, que ahora no sé quien soy. Lo más triste del asunto es que ahora ella ni si quiera me reconoce.
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