Hace
mucho más de dos
mil años Platón ideó una alegoría para aludir a la cara oculta de la verdad: sería
otra manera de considerarlo. Como todos sabemos, unos hombres se encontraban
encadenados desde que nacieron en el interior de una caverna, donde reinaba la
oscuridad. Tan solo podían atisbar unas sombras que proyectaba una hoguera
sobre el muro de la gruta. Estos hombres solo percibían como verdadero el
reducido espacio que abarcaban sus sentidos, es decir, sombras y oscuridad. Es
la alegoría más preclara sobre la insensatez y la ignorancia. Uno de estos
condenados fue liberado para que observara la realidad en todo su esplendor,
tal y como es, y se la transmitiera a sus compañeros presos. Evidentemente, el
reo liberado fue considerado al principio como un loco.
Podría relacionarse también con
otra alegoría, no tan conocida como tal, plasmada por Calderón en su genial “La vida es sueño”. Segismundo es
encerrado y encadenado por su propio padre en una torre aislada. No podemos
olvidar la magnífica escena de esta obra teatral cuando es liberado para que
conozca las magnificencias de la corte y sus riquezas. En su delirio llega a
confundir sueño con vigilia, esto es, realidad con irrealidad.
Existe un amplísimo escaparate literario
y filosófico donde el lector es invitado a que juzgue por sí mismo dónde se
encuentra el espacio real y el inventado. En ocasiones nos hallamos confundidos
y damos por válidos unos conceptos que perdieron su validez, no tanto por el
paso del tiempo como por los cambios mismos de la sociedad, aunque, desde
luego, suele ser algo intrínseco. A menudo, se suele caer en eso que se
denomina relativismo, esto es, cualquier punto de vista resulta igualmente
válido, contradiciendo aquello que manifestaban los más viejos del lugar y era
eso de que la verdad solo tiene un camino, tal y como apuntaba Platón en su
alegoría y que sigue estando más vigente que nunca.
En ocasiones, debemos conocer la
otra versión de las cosas para concluir o aproximarnos a esa verdad. No hay más
ciego que el que no quiere ver. A menudo el hombre es feliz en su ignorancia y
rechaza ese camino que conduce a la verdad. Erich Fromm se refería al miedo a
la libertad, o lo que es lo mismo: miedo a la verdad. Javier Franco nos dice en
su poemario que “La libertad duele”.
Son innumerables los literatos que
nos han hecho partícipes de esa tremenda dualidad real/irreal a través de sus
obras de ficción, muchas veces rodeada por esto que estoy llamando “la otra
versión”. Don Quijote intenta convencer a Sancho, su escudero, sobre la
veracidad de sus visiones, a lo que este, en sintonía con el lector, le
reprende en cada momento. Hay un glorioso instante cervantino en el que se
produce la quijotización de Sancho y la sanchificación de don Quijote, otorgando
a la celebérrima obra una dimensión metafísica nunca alcanzada por la pluma de
ningún otro autor. Se ha producido el memorable instante en el que debemos
conocer y apreciar la otra versión, a sabiendas de que podamos llegar a
sacrificar nuestras creencias e ideología.
A menudo nos aferramos a un confuso
punto de vista, menospreciando la otra versión, esto es, el lugar donde quizás
podamos enfrentarnos con nuestros miedos y nuestros prejuicios a lo que existe
y desconocemos. En efecto, hay gente que prefiere seguir viviendo en penumbras
y rechaza la magnífica oportunidad de acercarse a la verdad, al menos de poder
contrastar.
Muchos ciudadanos se aferran a un
concepto político que no funciona y siguen apoyando a sus más insignes
gerifaltes, aunque sean corruptos, ladrones o sencillamente intolerantes con la
diversidad humana. Otros se dejan llevar por esos demagogos que solo venden
humo, desde su castillo de cristal, contradiciendo sus propios alegatos. Hay
personas que delegan en otras que piensen y actúen en su lugar, seguramente
porque tanto la libertad como la verdad duelen, o quizás les produzca miedo o
rechazo. Hay mujeres que no se atreven a dar ese paso que las libere de su
maltratador. Hombres que viven bajo el yugo de la opresión. Chicos que se han
acostumbrado a convivir con el bullying
y lo arrastran de por vida. Amigos o familiares que se traicionan entre ellos
sin consideración ni empatía. Poderosos que oprimen a sus subordinados. Todos
estos afligidos son los habitantes eternos de la gruta oscura de Platón. Los
que no aprecian que hay una vida apacible y feliz más allá de sus propias
tinieblas, donde reina la verdad, la libertad y la felicidad.
Sin embargo, a veces tenemos miedo,
miedo a salir de la caverna y enfrentarnos a la cruda y liberadora realidad.
Preferimos seguir piando en nuestra jaula porque tenemos el alpiste asegurado.
Tan solo debemos tener presente, al menos, que a/fuera nos espera la otra versión
que nos hará abrir los ojos y descubrir lo que ni tan siquiera imaginábamos.
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