El tiempo se lamentaba de su mediocridad,
implacable ensayo escrito bajo el suspiro
de las saetas del reloj,
que giran y giran,
segundo a segundo en la oquedad de las
horas.
El tiempo se entrega al tiempo,
nos vigila sin reservas,
sólo el ansia de un mar de enarboladas
olas,
nos aleja de la desmallada isla de la
ausencia.
Se ha quedado cojo el destino,
que le reclama tiempo al tiempo.
No conforma mi sed lo no creado,
mis sentidos parecen haber sido sembrados
en la nada,
la curiosidad sigue planeando sobre la
estrofa de acentos deseados,
que se va acercando a la orilla del
abandono.
Y me pregunto,
¿tendré todavía tiempo de saberme
conociendo?
¿es tiempo ahora de crear?
Tal vez la tarde sea la diosa de todos
los principios sorteando los finales,
y mi estrofa llegue a ser leída.
No hay comentarios:
Publicar un comentario