El sexo de una condena. Lágrimas agitadas, verbo sin carne,
gloria sin exceso. Los párpados infunden gritos sutiles que elevan el éxtasis a
un universo divino entre lo humano y visceral. Los párpados me lloran igual que
un vacío en medio del vaso. Se agitan. En azul. Me esfuerzo demasiado.
Como volcanes en la selva; a veces creo que se difumina en
mi rostro. Tu rostro, o aquel que no se deja. No lamenta. En la noche se
silencia.Sí.
Basta mirar un meteorito.
El sueño soporífero que se deshace en un péndulo de motivos
aparentes.
Voy a acostarme. Luego me quedaré clavada en una cruz
profunda, una estaca, en cualquier lado de la cama. Puedo ponerle infinidad de
sabores, o de significados aterciopelados. Inherentes. Rojos o amarillos chillones,
pétalos floridos.
Esta madrugada no hay hambre. Se esfumó, igual que las ganas
de masturbar un ocaso en las sombras.
Ya no seduce. Explota.
Tic… tac… Me susurra.
Es una hoja, una mazmorra, una cantina sin vino o sin
establo.
Creo que voy a cerrar el punto final, en tu lengua.
Un amor, o un te quiero. Un déjame. Oscuro como el sol.
Mejor no digas. Desearías poder inhalar una palabra que el
sonido de una sílaba.
Un beso sin sexo, un oscuro viaje sin aposentos.
Ya cerré el gong.
Salpicó. Ensuciando un somier.
Juguemos. Me desnudas y yo te penetro en un segundo
sin cuentas… penetrar entiende, no concibo otra forma
de sacudir mis cerrojos, aquellos de los deseos. Las horas
muertas.
Esa… imperturbable voz de un run- run….el gato que
malvive en mi oído.
La escarcha.
Los días.
En teoría debería pasar a la práctica sin doblez, jugando.
Ya lo vives. Una mano dentro de un puñado de raíces que
intento
solventar como un mapa, que desentierre un suspiro.
Desenterrando, mi lecho, mi nombre, otro tal vez.
Me desentierro en ese lamento de continuos arrecifes.
Te agitas, nos agitamos en dos nadas menos un
Momento, que den la suma de dos murmullos en tu cama.
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