Con el susurro de tus labios
sobre la ladera de mi boca.
Con el espacio de una sencilla ecuación,
con la apariencia del viento o la sequedad
del cuerpo en agosto.
Con el desvelo de una lágrima, en el pómulo saliente
de una cortina rasgada por el ictus.
Busco los poemas que cegaron los ojos,
rociaron la voz con el perfecto sonido de la duermevela,
con la luna roja pintada en la retina,
con el espasmo de una noche bañada por el cáliz
sagrado de un cuerpo sobre otro,
respirando versos malditos.
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