A don Antonio Machado
El cielo ríe de luna.
Llora, de vez en cuando,
en estrellas fugaces.
La soledad acompaña.
Con la brisa nocturna
asoman a mis labios
palabras de poeta.
Otra vez, buen amigo,
estando ya la noche
prendida de luceros,
abrigo mi nostalgia
entre tus versos tibios.
Mirando tu retrato
te recuerdo.
La muerte te tocó,
no se quedó contigo.
Yo tengo la certeza
de que la dama negra
se te llevó de cuerpo,
pero dejó tu alma¸
un alma generosa
repartida entre todos
los sedientos.
En esta oscuridad
se me hacen necesarios
tus versos milagreros.
Sabio en el caminar,
maestro de voz viva,
ya que te has ido
tantas veces,
acomódame el viaje
con tu verbo.
Ven conmigo.
Concédeme la noche.
Mañana tomaremos,
en ese tren que parte,
un vagón de tercera
y nos iremos libres,
ligeros de equipaje.
Los árboles y el campo
serán sustento y manta;
lloverá la nostalgia
que empapará las vías
de imposibles recuerdos.
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